Nada es lo que parece
Alicia Otaegui crea una certera realidad artificial con el objetivo de que el público se lo pase bien, en una exposición que acoge el centro cultural Aiete de Donostia.
Con la imaginación -esa herramienta necesaria de la que lamentablemente nos vamos olvidando conforme nos hacemos adultos-, el talento y la técnica como pilares, la artista navarra Alicia Otaegui ha construido una realidad artificial -pero no por ello menos verdadera, certera y honesta que la real- en un recorrido expositivo que hará salir al visitante con la sonrisa puesta.
Si esto sucede, se habrá cumplido el principal objetivo de la autora: que el público se lo pase bien. Con este reto en el horizonte, Alicia Otaegui (Pamplona, 1963) ha creado el proyecto Nada es lo que parece/Ezer ez da dirudiena, que exhibe el centro cultural Aiete de Donostia. El sótano de este espacio se ha vestido de fábula y de realidad en esta muestra en la que los protagonistas malignos, feroces o mentirosos de los cuentos clásicos de hadas -a los que la artista da una vuelta de tuerca, a veces un giro total-, así como personajes del mundo Disney o algunos de los símbolos más comunes del imaginario infantil, sirven como referente para encontrar paralelismos con esos protagonistas de la actualidad más cercana que -explica Alicia Otaegui- “al igual que ocurriría en las narraciones más terroríficas, nos asustan y nos engañan a diario desde altos cargos en el gobierno o saquean nuestros ahorros desde pulcros despachos”. Situaciones absurdas, temas tan variopintos como el amor o el desamor, la crisis generalizada, el oportunismo, la libertad, la tauromaquia, el exhibicionismo, el ego, la rebeldía, la actualidad, nuestros políticos, los museos..., son representados aquí con objetos cotidianos y montajes sencillos que buscan encontrar la sonrisa cómplice del espectador. En total, la artista presenta 50 obras de pequeño formato consistentes en poemas-objeto realizados a partir de materiales reciclados, con diversos colores y texturas, que activarán la imaginación del espectador y le conectarán con situaciones vitales familiares -desde lo cotidiano o desde lo surrealista, da igual-; todas las piezas tienen una doble intención, un toque de humor absurdo y un lenguaje concebido para que llegue al mayor número de público posible, y ante todo, para que le diviertan.
“La gente sale con la sonrisa puesta, mi principal objetivo en este proyecto expositivo”, reconoce Otaegui, quien apunta que “el público infantil podrá participar también de ese pasárselo bien”. “Para ello -indica- propongo, a modo de exposición secundaria dentro de la exposición principal, un recorrido lúdico en el que un elemento rojo, denominador común a todas las obras, sirve de guía a los más pequeños, que de esta manera acceden a la propuesta artística de una manera lúdica y se van iniciando” en la práctica de vivir el arte.
Una labor, la de fomentar este hábito desde la educación y la didáctica, con la que la creadora pamplonesa siempre ha estado sensibilizada y comprometida. Especial atención merecen también los títulos que acompañan a las obras. “Las completan y les aportan esa doble intención para recordarnos, una vez más, que nada es lo que parece; que lo que estamos viendo no se parece a lo que nuestra imaginación esconde”, dice la artista.