Donostia. Su nombre real es Eva María Hernández Villegas pero todo el mundo la conoce como Eva Hache (Segovia, 1972), alias que adoptó "hacia 1998". "Dejaba mi curriculum en productoras y nadie recordaba mi nombre. Decidí cambiarlo y funcionó. Quiero decir: seguían sin darme trabajo pero, al menos, sabían cómo me llamaba", bromea la protagonista de Fisterra, la comedia que recala en el Victoria Eugenia de Donostia desde hoy y hasta el viernes.

En ella, Eva Hache interpreta a Paz, una taxista que lleva a Antonia (Ángeles Martín) a Finisterre para esparcir allí las cenizas de su marido. Cuando leyó el texto de la obra rápidamente comprobó que era "divertidísima" y que tenía "mucha miga", por lo que no se pensó dos veces protagonizarla.

Los personajes de Fisterra se presentan como heroínas ante la adversidad. "Dan una lección de rebeldía, de hacerse en un momento dueñas de sus propias vidas. Pero eso no significa que cambien el mundo para mejor, que es lo que yo considero que debe ser un héroe. Así que no, ni Paz ni Antonia ni yo somos heroínas. Un poco venenosas, quizá", bromea Eva.

Apariencias Esta función en la que nada es lo que parece brinda una buena oportunidad para preguntar a la actriz y presentadora si es como todos la imaginan o, en su caso, las apariencias también engañan: "¡Yo qué sé! No puedo saber cómo me imaginan pero soy bastante más relajada que cuando estoy trabajando, porque si no... ¡Menuda cansinez! (Risas) También depende de cómo me pillen. A veces estoy más dicharachera y otras, más callada. Como todos, vamos".

De hecho, dice ser "como un cojín". "Donde me dejas, ahí me quedo. Acompaño divinamente pero soy de carácter sosegado, muy sosegado. Como cogiendo fuerzas para cuando me toca bajar a la mina. Que igual suena muy exagerado lo de la mina, pero, mire, es que para mí trabajar es un trabajito. ¡Si no fuera porque nos pagan iba a trabajar Rita!", añade.

Trabajo, desde luego, no le falta a la segoviana, que no puede ni quiere elegir entre cine, televisión o teatro: "Son facetas diferentes de mi profesión e intento dominarlas por igual". Para involucrarse en un montaje teatral, eso sí, necesita interpretar un personaje "lo suficientemente alejado" de su persona "como para que suponga un reto". Es decir, "un entretenimiento gustoso pero difícil". Como espectadora, en cambio, no es tan exigente: "Me gusta ver todo tipo de funciones".

Principalmente se la conoce por su trabajo como monologuista y humorista, por lo que resulta difícil desligar su figura del ámbito de la comedia, algo que le encanta porque le sale "fácil" y se lo pasa bien. Ahora bien, ¿se ve siempre en esa faceta? "Pues verá, eso no lo sabemos ni usted ni yo misma. ¿Me ofrecerán un papel dramático y yo lo aceptaré? Pues puede que sí. ¿Cuál? Uno nuevo y bueno", responde.

"No me molesta en absoluto la etiqueta de graciosa. Lo que me molestaría sería que me hubieran puesto la etiqueta de Cardo Borriquero y que la gente viniera a verme para lanzarme calabacines de 400 gramos o a insultar a mi familia. ¡Cómo me voy a sentir mal porque la gente quiera venir a ver mi trabajo!", concluye.