Parafraseando uno de sus éxitos, Just like heaven, The Cure hizo sentir "como en el cielo" a los más de 37.000 seguidores que asistieron a la primera velada del BBK Live 2012. Un cielo casi siempre tormentoso, oscuro y amenazador; las menos, limpio, sin nubes y resplandeciente. Como la propia música de la legendaria banda encabezada por el pinturero y ya fondón Robert Smith, que ofreció un concierto maratoniano e intermitente de casi tres horas -no todos pudieron aguantarlo y optaron por bailar con Bloc Party- en el que sonaron sus canciones más conocidas y otras más tortuosas, tras sufrir un largo problema técnico que el líder maquilló con una breve aparición acústica

Hacía 25 años que The Cure no tocaba en Bilbao. La espera, solo solventada por un bolo en Donostia unos años después, volvió a alargarse más de lo previsto en el BBK Live Festival. "Un problema técnica" (sic), según el guiri que lo anunció, provocó un largo retraso que hizo que los fans agolpados frente al escenario se mordieran las uñas durante una hora, tiempo que Smith maquilló con un pequeño pero curioso -pasto de Internet, seguro- set en formato acústico en el que repasó varias de sus primeras -y olvidadas- canciones, como 3 imaginary boys y Fire in Cairo, con la propina del hit Boys don´t cry.

El quinteto al completo emergió entre el humo al ritmo de Open y su verso inicial: "Realmente no sé qué hago aquí, debería irme a la cama". ¡Pues no quedaba nada, casi tres horas de repaso intenso al repertorio de un gigante del rock, toda una institución que en Bilbao hizo coincidir a gente normal, góticos de los 80 y seguidores de Crepúsculo! Smith, como siempre, fiel a su rímel, raya de ojos, pelo cardado y labios carmesí aunque bastante fondón ya, ofreció un arranque de concierto incuestionable, en el que alternó oscuridad y luz, temas míticos como Lovesong con otros muy recientes, caso del bailable Sleep when I´m dead, y éxitos mayoritarios como Inbetweeen days. Solo echamos en falta Plainsong y nos gustó el lema escrito en su guitarra: "2012. Somos ciudadanos, no súbditos".

El sonido se reveló primoroso con las guitarras de Pictures of you y Just like heaven, y se oscureció y retorció en los pasajes más tortuosos, embriagados por un aparato de luminotecnia -obviaron todo tipo de proyecciones- que saltaba de la oscuridad más tétrica al rojo intenso y la luz blanca cegadora. Y cegado se sintió el público, reverencial ante un estático Smith, que apenas ensayó sus posturas amaneradas, al contrario que el incansable y saltarín Simon Gallup, con estética y movimientos calcados de Paul Simonon, el chulesco bajista de The Clash. Smith sí se lució a las guitarras, en un duelo constante con el gafoso Reeves Gabrels, ex Tin Machine, el grupo de Bowie de los 90, que dejó casi siempre en segundo plano las texturas envolventes de los teclados de Roger O´Donnell.

La condición de mito de The Cure le permitió en Bilbao ofrecer un concierto de tres horas. Smith se equivocó. Hasta a sus fans más fieles se les hizo larga la parte central del recital, cuando las dos guitarras se masturbaron con largas introducciones y desarrollos instrumentales con espacio para la improvisación en la parte menos conocida de su discografía. Las oscuras Play for today, A forest y Primary, cuyas canas siguen resultando hechizantes, se convirtieron en un trío ganador tras las conocidas Lullaby y The caterpillar, pero se hizo duro aguantar Wrong number, The hungry ghost, Bananafishbone y One, entre otras.

Smith, tipo listo, pisó el acelerador al final y sacó del letargo al público que no bailaba por entonces con Bloc Party en el escenario 2 con varios clásicos, algunos orientados directamente al baile y el canto, entre los que intercaló el exótico The blood, con sus guiños flamencos incluidos. Y sus fieles respondieron bailando con The lovecats y sus aires swing; el casi discotequero -y prometedor de que la fiesta continuaría más tarde- Let´s go to bed; y Why can´t I be you. Los cánticos, a voz en grito ya en el final, fueron para Close to me y el inevitable Boys don´t cry, ya con el grupo al completo y su ritmo bastante ralentizado. Nos dejaron como en el cielo, pasadas las tres de la madrugada. Con el único pero de ese periodo central en el "purgatorio".