Es de sobra conocida la aversión que Miguel Ángel Álvarez (Tolosa, 1927-Donostia, 2011) sentía hacia las exposiciones. No le gustaba aparecer en público ni siquiera en sus propias inauguraciones. Cuando en 1995 San Telmo le dedicó una antológica estuvo hasta el último minuto negándose a acudir al museo. Lo recuerda con una amplia sonrisa en la cara su hija Gala, que fue precisamente la encargada de organizar y presentar la muestra que su padre expuso en el Koldo Mitxelena hace cinco años.

"Fue un artista poco comercial, siempre quería ir por libre", rememora. Una opción motivada por el afán de preservar su libertad creativa y "también por su carácter". "Era demasiado modesto y pintaba a su aire. No era un artista que quisiera exhibirse. De hecho, muchas veces rechazó ofertas de galerías y marchantes que estaban deseando trabajar con él. A él le gustaba pintar por pintar", subraya Álvarez dando pleno sentido al dicho "por amor al arte".

Hasta el próximo día 23, la galería Pedro Usabiaga de Donostia alberga una modesta pero interesante exposición de obras inéditas de Álvarez, fallecido en marzo de 2011 a los 83 años. Son bocetos variados que nunca hasta ahora habían visto la luz y que su hija ha encontrado entre el abundante material que aún se acumula en su estudio.

A Gala Álvarez le hizo especial ilusión descubrir las pinturas de unas cabezas que, al parecer, son los primeros óleos de su padre. "Detrás de una de ellas hay una inscripción que dice: 'Esto es lo primero que pinté en óleo en el estudio de (Ascensio) Martiarena". Se refiere al maestro con el que logró encontrarse definitivamente como artista antes de cumplir la mayoría de edad. Aunque como recuerda su hija, él pintaba desde los siete años: "De hecho, le echaron del colegio por dibujar".

En la galería destacan también los bocetos de algunos de los muchos murales que pintó por encargo en los años 60. Uno de ellos está realizado sobre un fino papel de estraza en el que toman cuerpo todas las artes -la música, la danza, la pintura, etc.- pero Gala Álvarez no es capaz de concretar a qué trabajo corresponde, pues muchos de aquellos murales han desaparecido o se han visto muy deteriorados por el paso del tiempo.

En cambio, sí están identificados y visibles aún los trabajos preparatorios de murales como los de la iglesia donostiarra de El Antiguo o el frontón Atano. El boceto del primero está realizado con óleo de distintos colores sobre una tabla de madera y lo protagoniza un San Sebastián de estética cubista; el segundo, de estilo similar pero pintado a carboncillo sobre papel, muestra a los pelotaris que todavía pueden verse en la fachada del frontón donostiarra. También puede contemplarse el sugerente esbozo de un mural que, al parecer, pintó para un teatro de Eibar. En él, aparecen algunas máscaras floreciendo de las ramas de un árbol.

Un apartado importante de la exposición lo integran los retratos de mujer que Álvarez alumbró principalmente en los años 70. Su hija reconoce que este tipo de trabajos no tiene demasiada salida en galerías comerciales pero decidió mostrarlos por su gran calidad artística.

Y es que es en esas obras en las que el pintor guipuzcoano exhibe con mayor acierto su innato talento como dibujante. "Tenía una facilidad asombrosa. Con dos simples rayas o unas manchas era capaz de hacerte ver un cuerpo o una cara", dice Gala mientras señala al único desnudo de la exposición: "Solo con una línea visualizamos el omoplato y la espalda de la modelo".

Futura muestra antológica

Variedad estilística

Álvarez no se atreve a citar una característica definitoria de la obra de su padre, quizá porque esta es demasiado amplia y abarca multitud de estilos. Desde el cubismo adoptado a raíz de su primer viaje a París en los años 40 al clasicismo de los sensuales desnudos que fueron objeto de la citada muestra del Koldo Mitxelena. "Un señor que visitó el estudio decía que no podía creer que un mismo artista hubiera creado aquellos paisajes parisinos, esas caras y esos desnudos", afirma Gala, que atribuye esa versatilidad a la "facilidad" con la que pintaba su padre.

De lo que sí se muestra convencida es de la necesidad de organizar una gran muestra antológica que sirva para dar a conocer mejor su obra, especialmente algunos "grandes" cuadros abstractos que descansan en su estudio. "No practicó mucho la abstracción, pero tiene algunas piezas muy interesantes", asegura la hija, que aún sigue buscando entre los óleos a la espera de descubrir nuevas sorpresas.