Lugar. Photomuseum de Zarautz. Fechas. Hoy, último día. Exposición. La muestra expone diversas facetas que tenía Raoul Hausmann en lo que se refiere a la fotografía, con imágenes, 'collage' y montajes.
nihilismo ideal inalcanzado y ruptura de equilibrio fueron algunas de las proclamas lanzadas por Picabia el año 1917 en Zúrich, en la creación del Dadaísmo. Raoul Hausmann (Viena, 1886-1971) fue uno de sus miembros más activos, aunque no comenzó a interesarse por la fotografía hasta 1927. Con anterioridad realizaba collage tridimensionales con piezas heterogéneas y se comportaba como un mecánico. Así creó el ensamblaje El espíritu de nuestro tiempo, hoy en el Museo Pompidou de París. Los dadaístas exaltaron el azar lingüístico y el visual porque veían en él la mejor defensa contra unas convenciones y una racionalidad que detestaban.
De la misma manera se comportó también en algunos fotomontajes y fotocollages, atrapando las cabezas de maniquís, tan del gusto de los futuristas, y rostros humanos, creando con ellos sorprendentes obras de arte, de miradas dispersas y plásticamente potentes, aunque algo rígidos y duros en algunos de ellos. Hoy quizá sean sus obras más reconocidas por la historiografía del arte.
Pero la presente exposición del Instituto Goethe en el Photomuseum de Zarautz muestra además un Hausmann más poliédrico, sutil y realista, cinético y abstracto, y excelente paisajista, retratista y objetualista. La verdad es que todo lo que toca y plasma es de un gran rigor intelectual y planimétrico, y de una inusitada audacia en la mirada y en el tratamiento de la luz. Los cuerpos, los objetos, las arquitecturas, parecen poseer luz propia, emergente desde sus entrañas. Surgen así esas magníficas series de Desnudos femeninos (1930), en posturas sensuales y sin rostros, o esa serie de Retratos bien cortados de Vera, Marta… (1931), o esos paisajes finísimos de arenales o de calles ciudadanas, con espléndidos negros y blancos, o esos objetos plasmados directamente de cubos, sillas, vasos, melones o flores (1931).
Pero no conforme con eso, utiliza también la técnica de la simultaneidad creada por los cubistas en obras excelentes como Le rêve de la plage (1947), o experiencias abstractas creadas en Limoges (1953-57), o juega con la incorporación de las sombras, Ombres, ya desde 1930 hasta 1957. Movimiento, cinetismo, abstracción, realismo mágico, cualquier sintaxis o experimentación que se está produciendo en Europa en estas décadas le es válida a Hausmann para expresar de manera rotunda y delicada un mundo cercano a la Nueva Objetividad y a la nueva lente germana.
Desde 1927, Hausmann se dedicó por entero a la fotografía y a la escritura de textos tanto teóricos como técnicos que enriquecieron a revistas como Camera. Su discurrir por Berlín, en la isla Sylt, en su exilio de Ibiza, Praga, París y Limoges, lugar donde terminó sus días, le llevó a la creación de un lenguaje experimental y culto, el fotográfico, que cobraba altas cotas de valor y de poder evocador que se han visto confirmadas hoy día.