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Novia del entretenimiento

Novia del entretenimiento

NO faltará quien diga que 20 años -el rato que lleva Julia Roberts ante la cámara- no es nada. Que aunque lo recibieron otros intérpretes jóvenes como Matt Dillon o Antonio Banderas, no es tiempo suficiente para merecer un Premio Donostia que antes que ella recogieron damas de la categoría de Bette Davis (1989), Lauren Bacall (1992), Catherine Deneuve o incluso Susan Sarandon (1995). Habrá quien sostenga que a su irregular carrera, plagada de comedias románticas y en muchos casos insustanciales, le faltan papeles de enjundia y cine de altura; que se echan de menos más personajes como la gran Erin Brockovich.

Todo ello es cierto. Como también lo es que representa a la última generación de estrellas que, antes de la irrupción de las descargas ilegales, era capaz de arrastrar a las masas a los cines con solo estampar su nombre en un cartel. Sin público no hay películas, al menos así ha sido en los últimos 110 años. Y más que de novia de América, Julia Roberts ha hecho de novia de la taquilla y de millones de personas que la han seguido de un proyecto a otro en busca de entretenimiento, un factor que suele subestimarse aunque siga constituyendo la principal misión del Séptimo Arte.

Con su presencia, además, el Zinemaldia se asegura una importante cuota de glamour y repetirá aquel revuelo sin precedentes que organizó en 2007 Richard Gere, su partenaire en Pretty Woman y galardonado también con el Premio Donostia.