Leo Simoes (Durango, 1968) decidió fotografiar la "aventura" de las relaciones sociales, y para hacer visible ese concepto en sus imágenes en blanco y negro escogió como modelos a las personas que "en ese año y en ese momento estaban cerca de mí": un inventario de rostros conocidos unidos en torno al género del retrato.
El resultado de ese proyecto conceptual, bautizado como La aventura con el otro, se puede observar hasta el 21 de marzo en el Photomuseum de Zarautz. ¿Qué capta? ¿La identidad del retratado o la relación que le vincula a él? "Me interesaba mucho trabajar los prejuicios que se establecen por la imagen que damos. Creo que muchas relaciones se sustentan más en la imagen que se tiene del otro que realmente entre persona y persona. Quería explorar esa temática, aunque no con un tic de destacar una cosa u otra", desarrolla.
Simoes insiste en que no se trató de "algo azaroso" sino "muy reflexionado", un proceso en el que se documentó "profusamente" sobre el retrato. "Durante meses estuve trabajando con eso en la cabeza y obtuve estas fotos. Yo intentaba trasladar de mi mente al espectador la imagen que yo tenía de las personas que estaban cerca de mí en ese momento. Es un trabajo que conceptualmente tiene muchos añadidos, que igual al espectador no le llegan", admite.
El fotógrafo vasco vive en Granada desde hace ocho años. El proyecto se ideó y se gestó allí, en 2006, y persiste en su condición de muestra itinerante desde verano de 2007. Las fotografías están tomadas en un estudio de luz natural que tiene en su casa. "En realidad es un patio de paredes blancas un poco sucias por el peso del tiempo y la intemperie. El modelo y yo estamos solos, sin elementos que puedan distraer y un fondo neutro, para que no despiste la visión de las imágenes", aclara. Ese fondo también conecta con otra de las cuestiones que plantea el proyecto: los vacíos existenciales, etapas en las que uno se siente más hueco. "De ahí que haya mucho aire, mucho espacio vacío, para reflejar esa parte intrínseca del ser humano que es la sensación de vacío, de la no realización. Es imposible realizarse salvo en momentos efímeros; hoy uno está realizado y mañana vete tú a saber", zanja.
Si hubiera que buscar un -tímido- hilo conductor a lo largo de su obra es el factor humano: "Cómo funcionan las relaciones entre iguales, quién soy, adónde voy...". Cuestiones que en La aventura con el otro están más "a flor de piel". "La obra tiene un tinte humanista -que no humanitario- pero a los autores no nos gusta que nos metan en un cliché estable", advierte. "Mis inicios, a finales de los 80 y los 90, parten mucho de la fotografía de calle, y tenía ganas de hacer algo más íntimo, en confrontación con el modelo y con más complicidad que en las imágenes encontradas, que nunca sabes muy bien que vas a hallar", rememora. Curiosamente, cuando empezó, en 1988, con la adquisición de su cámara réflex, empezó retratando a sus familiares y amigos -especialmente a su hermana pequeña-, aunque ese guiño no sea deliberado. Ahora repite, pero de forma "más consciente y elaborada".
Trayectoria
Corazón roto
En su trayectoria, largamente recogida en salas de exposiciones, le ha tocado incluso trabajar como operador de cámara para la agencia Europa Press grabando contenidos para programas de corazón. "Cuando llegué a Granada, me aferré laboralmente a lo que pude y venía de trabajar en televisión y vídeo. La experiencia fue horrorosa; éticamente me parecía que estaba haciendo algo que no debía, robar imágenes a la gente, espiarla, y desde el punto de vista laboral era un rollo: tienes que estar de guarda, pendiente de eventos, sin horario fijo. Renuncié a los ocho meses", resume.
Ahora, cuando su último proyecto se ha asomado a varias ciudades del Estado, percibe que "Granada es un lugar de paso, es algo que he ido descubriendo en los años que llevo aquí. La mayoría de la gente viene, pasa una temporada y se va. De las 20 fotografías que componen el proyecto, quizá la mitad de los modelos ya no viven en la ciudad. Ya no están cerca de mí en el sentido físico, aunque es verdad que mantengo contacto prácticamente con todos. Pero no necesariamente están cerca de mi vida como lo estaban en 2006", señala. "Por eso, también, tuve la idea de documentar ese momento. Pero es una serie abierta. Probablemente, cuando me apetezca, algún día haré algo similar, proponiendo la misma cuestión porque creo que, al final, las preguntas son las mismas. Lo social, sobre todo los que nos movemos mucho y cambiamos de residencia habitualmente, es algo que llevamos siempre a caballo porque no es sencillo establecer un grupo estable".