Madrid. Francisco Ayala, el testigo privilegiado del siglo XX, último superviviente de la generación del 27, memoria de la República y el exilio, cuya vida estuvo marcada siempre por la búsqueda de la ética y la estética, murió ayer a los 103 años.

Así, el escritor granadino y ciudadano del mundo bajó ayer el telón de su rica y prolífica vida, en su casa de Madrid, acompañado de su mujer, la hispanista Carolyn Richmond, tras no poder superar una bronquitis que le visitó la pasada primavera y de la que no se ha podido recuperar.

La capilla ardiente con los restos mortales del narrador, ensayista, sociólogo, profesor y académico quedó instalada a las 19.00 horas en el Tanatorio Parque de San Isidro, donde su viuda Carolyn Richmond está acompañada por el poeta granadino Luis García Montero, comisario del centenario de Ayala y gran amigo del autor de El jardín de las delicias.

También acompañan a la viuda del escritor el director de la Fundación Ayala, Rafael Juárez, y el director de la Academia Española, Víctor García de la Concha.

El féretro de Ayala permanece cerrado y rodeado, de momento, por más de treinta coronas de flores llegadas desde todos los ámbitos, entre ellos de la Casa Real, fundaciones, patronatos y academias a las que pertenecía el escritor.

Académico, ensayista, narrador y sociólogo y un gran enamorado del cine, Francisco Ayala estuvo lúcido hasta las últimos días como recuerdan los amigos que le visitaban.

Longevo, gracias a la genética, a su comida frugal y, como dice la leyenda, a su vasito de whisky y a sus cucharadas de miel diaria, Ayala pudo ser testigo de la celebración de su centenario, una jornada a la que el autor de La cabeza de cordero asistió resignado, cansado de su nombre, como él mismo dijo.

La muerte de Ayala, no por previsible debido a su edad, ha conmocionado al mundo de la cultura, y de la sociedad en general porque, era un referente para todos. Y en todos los ámbitos. El director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, explicó que el escritor "vivió ajeno a todo rencor" y en España "fue un referente de la convivencia y de la concordia. En la Academia, todos están desconcertados y desolados, por más que supieran que, dada su edad, cualquier día podía morir".

Para García Montero, que fue el comisario del centenario Ayala, el escritor "hizo la literatura más inteligente del exilio. Más que un escritor, se ha muerto un amigo".

LUMINOSO Francisco Brines, superviviente junto con Caballero Bonald de la generación de los 50, ha dicho que Ayala es "un ejemplo, como escritor y como persona. Hemos perdido un escritor con una vocación que ha iluminado toda su vida". La directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel, indicó que "con su desaparición se cierra la gran literatura española del siglo XX. Ayala amó la vida pese al desesperanzado exilio y las ingratitudes, repartió generosidad por dos continentes y fue el intelectual modélico en el que se reconoce lo mejor de nuestra cultura".

El poeta Benjamín Prado auguró que "va a dejar un hueco muy grande". "Ha vivido tantos años que parecía inmortal, y guardaba la memoria viva de muchas cosas, por el puesto destacado que tuvo siempre en la vida de nuestra literatura". "Ha sido mucho menos leído de lo que merecía", concluyó Antonio Gala.