Un cambio de registro radical. Así ha sido el salto que ha dado la actriz guipuzcoana Miren Ibarguren al pasar del humor que tanto la caracteriza al thriller más puro en su nueva serie, recientemente estrenada en Movistar Plus+, Los sin nombre.
¿Cómo ha sido pasar de la comedia, donde la vemos en su zona de confort, a un thriller en el que su personaje, Claudia, sufre tanto?
-Ha sido volver a empezar casi, porque como bien dices yo estaba muy entrenada en la comedia, pero cero entrenada en el drama, en el thriller... y todo lo que he podido hacer con Pau (Freixas, el director) en su serie. La verdad es que ha sido una puesta a punto superrápida. Han sido cuatro meses muy vertiginosos en el sentido de tener que pasar por muchos estados que requería el personaje, y dentro de todo te puedo decir que ha sido un regalo, porque pocas veces aparecen series con equipos tan maravillosos, con directores tan guays, que te permiten hacer estas cosas, sobre todo con un guion tan trepidante.
Ver la situación de Claudia desde fuera, la pérdida de su hija, sobrecoge, nos llena de empatía. ¿Cómo lo ha vivido usted? ¿Cómo ha sido ponerse en su piel?
-Muy duro. La verdad es que creo que todo el mundo tiene muy claro que perder a un hijo es la peor cosa que te puede pasar en el mundo. Teniendo presente eso, creo que llega a los corazones de todos, porque es horrible la vivencia del personaje. Era un personaje muy fuerte en ese sentido, porque tenía que transitar muchas cosas y lo que dices de la empatía va a estar ahí en el espectador, porque todo el mundo sabe lo que es perder tu vida entera. No solo le pasa a Claudia con su hija, le pasa a Salazar (el inspector de la serie), le pasa al personaje de Milena (Smit, otra de las actrices de la producción)... De un capítulo a otro pierden la vida entera y son personas que se reencuentran siendo totalmente distintas. Entonces, es un viaje muy bonito para interpretar.
Después de esta serie, ¿ha empezado a creer en la magia, en lo sobrenatural, en si existen los milagros o no?
-No (risas). La verdad es que me gustaría mucho creer. El otro día hablaba con una amiga que está convencida de la reencarnación. Es gente que me parece maravillosa. Me tranquiliza escucharles, porque yo creo que cuando nos morimos fundimos a negro, y es de las cosas que más miedo me da de vivir, el fundido a negro. Así que me gustaría creer, pero de momento no he encontrado muchas respuestas.
En la esperanza tal vez sí crea más ahora, ¿no? Una de las frases de la serie se queda marcada: “La esperanza de una madre es inagotable”.
-Efectivamente. El personaje de Claudia cuando pierde a su hija, siendo ella una médico muy terrenal, cuando la vemos siete años después es una persona que está dispuesta a abrazar cualquier fe y cualquier cosa que le dé una mínima posibilidad de recuperar a su hija. Así que sí, la fe mueve montañas, desde luego. Y la capacidad de una madre para buscar a un hijo creo que es inagotable.
Este proyecto para usted, lo comentaba, ha sido casi como empezar de nuevo, pero ha estado muy bien acompañada. ¿Cómo ha sido estar a las órdenes de Pau Freixas?
-Trabajar con Pau es una pasada. Es una institución. Cuando entras hay una especie de hogar, todo el mundo está a una con Pau, y saben de sus gustos, de sus necesidades... Pau sabe de las suyas, y te llevan de la mejor manera posible. Es un equipo que te protege, te ayuda y se ayudan entre ellos. Creo que si no hubiera sido con el equipo de Pau, se me habría hecho mucho más difícil hacer este papel.
¿Cuál fue su primera impresión cuando se lo ofrecieron?
-Flipé (risas). Pau estaba muy seguro de la decisión. Habíamos trabajado juntos en Todos mienten 1 y 2, y me llamó y me dijo que quería hacerme una prueba porque quería que hiciera este papel. Vino a Madrid a hacerme un casting desde Barcelona, y luego me dijo que quería que lo hiciera yo. Al final mira, fui yo y la verdad es que se lo agradezco enormemente. Pau confía más en mí que yo.
En 1999 se estrenó la película Los sin nombre, que cuenta la misma historia que esta serie. En ella también encontramos un actor vasco, Karra Elejalde. Tenemos buena cantera de actores vascos, ¿no?
-Claro (risas). En Euskadi hay actorazos y actrices maravillosas. El tiempo lo dice, ¿no? Desde que empezó la ficción ha habido nombres muy potentes de Euskadi y con un saber hacer estupendo. Sin duda.
Ha tenido ya la oportunidad de compartir proyectos con algunos. ¿Sueña con actuar junto a algún actor o actriz vasca, o estar a las órdenes de algún realizador vasco?
-He compartido proyectos, sí, con actores, directores y gente de equipo vascos, y es genial. Seguiría trabajando con equipo vasco siempre. Es mi casa. Yo deseando, claro.
Ahora nos quedamos disfrutando y sufriendo a partes iguales de Los sin nombre, pero este no es su único proyecto a la vista, ¿no?
-Sí, tengo un par de estrenos importantes ahora. En septiembre estrenamos El refugio atómico, y en enero del año que viene estrenamos la película de Aída.
¿Cómo está viviendo ese regreso? ¿Tenía ganas de reencontrarse con el equipo de Aída?
-Ha sido una experiencia muy guay. Ha sido maravilloso encontrarse con gente a la que no veías desde hacía diez años y a la que querías tanto. A veces la vida nos atropella y no tenemos, por mucho que te acuerdes, un momentito de quedar, de tomarte un café, y es una suerte tener proyectos así para juntarte con gente a la que quieres, es una manera preciosa de reencontrarse.