Una fea y dura caída en Tirana obligó a Mikel Landa a abandonar el Giro de Italia con un diagnóstico preocupante el pasado 9 de mayo. El alavés tuvo que ser trasladado a un hospital de Tirana en ambulancia.
En el centro médico, los exámenes y una tomografía computarizada revelaron que Landa había sufrido una fractura estable de la vértebra Th 11. La lesión le fijó a un corsé para corregir la vértebra y para que esta soldara debidamente.
Herido, inmovilizado, el escalador de Murgia se perdió el Tour, objetivo de la campaña para pastorear a Evenepoel a través de la brújula de su experiencia. Landa tuvo que ver la carrera desde su casa mientras se rehabilitaba para estar en la Vuelta.
“Estaré en la Vuelta, seguro”, expuso el murgiarra el 25 de mayo. Restañada la lesión, compitió en la Vuelta a Burgos como carrera de aproximación de la ronda española, que tomará cuerpo en Turín el sábado.
La presencia accidental de Landa, que no tenía planeado estar en la última grande del curso, sirve a modo de consuelo para la exigua presencia de ciclistas de Euskal Herria.
Si en el Tour apenas Ion Izagirre y Alex Aranburu se presentaron en la salida de Lille, en la Vuelta que toma vuelo desde Italia el panorama continúa siendo muy poco alentador para los representantes de una país que lleva incorporado en el tuétano de su cultura la tradición ciclista.
Landa, que buscará un triunfo de etapa, y Xabier Mikel Azparren, que tratará de hacerse un hueco en las fugas y trabajar para Tom Pidcock, asoman, a priori, como los únicos ciclistas vascos en competición.
La sensación de deforestación adquiere mayor relevancia si se compara con el número de corredores de Euskal Herria que se alistaron a la competición en la última década. El desplome es significativo.
Entre 2015 y 2024, la media de dorsales vascos se situó en 10,8 corredores por edición, una cifra impensable para la Vuelta que se aproxima a su salida, la más raquítica.
El año con menor participación vasca en la Vuelta sumaba media docena de dorsales, en 2017. En más de la mitad de la citada década, la representación tenía el suelo fijado en los 10 corredores.
Participación vasca en la Vuelta
Año y Corredores vascos
2025 Mikel Landa y Xabier M. Azparren
2014 14
2023 7
2022 8
2021 17
2020 10
2019 13
2018 16
2017 6
2016 8
2015 9
El vacío del Euskaltel y del Kern Pharma
Los motivos para la escasísima participación son varios. Se mezclan causas coyunturales y estructurales. Ambas azotan en la misma dirección.
La primera es que equipos como el Euskaltel-Euskadi y el Kern Pharma, que en 2024 conquistó tres triunfos de etapa, que aportaban un importante caudal de ciclistas de Euskal Herria, no estarán en la carrera porque desde la organización optaron por no invitarles continuando con la política de rotaciones que impera en la Vuelta.
El Burgos-BH y el Caja Rural recibieron las invitaciones. En la presente edición, una vez anunciados sus planteles, ninguna de la dos escuadras aporta ciclistas vascos.
No hay duda de que la ausencia del Euskaltel-Euskadi y del Kern Pharma adelgazan el pelotón de profesionales de Euskal Herria en la carrera española, pero esa no es la única razón de la pobre representación.
Además de los calendarios de los equipos, que movilizan a sus ciclistas en virtud de sus intereses, se entrelazan otras causas de calado más profundo y que interpelan al futuro.
Ocaso de una gran generación
El pelotón de corredores de alto nivel de Euskal Herria, impulsado en gran medida por el primigenio Euskaltel-Euskadi, ha menguado de manera significativa por mera cuestión vital. Este año, a la retirada de Víctor de la Parte, se sumarán la de Omar Fraile y Jonathan Castroviejo, completadas sus carreras deportivas, al final de la campaña.
En 2024 colgó la bicicleta Gorka Izagirre, en 2023 lo hizo Imanol Erviti y Mikel Nieve dejó la competición en 2022. De alguna manera, todos ellos pertenecen a la última generación que promovió el Euskaltel-Euskadi, si bien Erviti siempre estuvo vinculado al Movistar.
Entre la élite aún palpitan Landa, Ion Izagirre o Pello Bilbao, pero todos ellos, rebasada ampliamente la treintena, observan más de cerca el ocaso.
El envejecimiento de la última gran camada de los ciclistas de Euskal Herria es otro de los vectores que refuerzan la tendencia a la espera de que se vaya generando un relevo generacional, aunque se intuye que no tendrá el mismo impacto. En ese impasse, se resiente la nómina de participantes.
En los años posteriores al gran desencanto que provocó la desaparición del exitoso modelo del Euskaltel-Euskadi, el armazón se sostuvo con decoro por la herencia de una sistema robusto (calendario, equipos, organizaciones) que mantenía el rostro terso.
Sin embargo, el corpus del ciclismo fue mutando hacia un modelo mucho más globalizado e inflacionista que ha ido horadando el arquetipo que resultaba exitoso.
Las termitas que agitan los nuevos tiempos exigen revisar el universo del ciclismo vasco para que este continúe manteniendo el pulso y siendo competitivo en el futuro. Mientras se resitúa ante el nuevo paradigma y se acomoda a las exigencia del ecosistema que prevalece, en Turín apenas habrá presencia vasca. En los huesos.