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[A rueda] "Urska Zigart", por Miguel Usabiaga

[A rueda] "Urska Zigart", por Miguel UsabiagaN.G.

Para los que no siguen el ciclismo femenino, o no ahondan en los pliegues y secretos del masculino, este título podría parecer un grito de guerra. Y nada de eso. Es el nombre de una ciclista, una buena corredora que es la novia de Tadej Pogacar. Y en el 8 de marzo, Día de la Mujer, cuando ha arrancado la temporada de las grandes clásicas con la Strade Bianche en Siena, me parece justo hablar de esa mujer. Un ejemplo de sentido común y humildad, algo que, sin duda, ha contagiado al campeón esloveno. Ni ella ni él han cambiado tras los éxitos de Tadej. Que se desvive por ella, como muestra con sus cariñosos besos cada vez que son captados sobre la bici, tras una carrera, o en un entrenamiento. Su vida privada la mantienen en secreto, sin ostentación de lujos que podrán permitirse; que otros deportistas de elite no dejan de exhibir. Contaba Urska que su madre le decía que ese chico, por Tadej, era lo mejor que le podía haber pasado. No hacía falta más que ver cómo la miraba –añadía su madre–. Y ese apego a lo más terrenal y humano, al amor, potencia en Tadej lo que lo hace el mejor ciclista, el encanto por la bicicleta, el considerarlo sólo un juego, sin que se le suban los humos. Cuando a Coppi le preguntaban a qué debía su fuerza, él respondía que seguía montando en la bici con la misma ilusión que un niño, para el que su bici era el mejor juguete. Eso lo mantiene Tadej, y con Urska a su lado se refuerza, sin extraviarse en otros paraísos extraños.Urska ayer terminó en el puesto 51 en la Strade Bianche femenina, que ganó otra campeona, la holandesa Demi Vollering.

Si Tadej disfruta como un niño en las carreras, ayer lo hizo aún más, pues los caminos de tierra de la Toscana, en los alrededores de Siena, acentúan la idea de la bicicleta como un juego, acercándola al juguete que fue cuando éramos chavales. La pelota que lanzamos en el parque y que aún está en el aire, que dijo el poeta Dylan Thomas. Porque entonces, cuando teníamos diez, once, doce años, no nos dejaban salir a las carreteras de los coches, y esas rutas de tierra eran los verdaderos velódromos; rutas que no sólo hay en la Toscana, sino en todos los lugares. Son los capilares que cosen el territorio, los caseríos, los barrios alejados, y, aunque el asfalto va ganando terreno, aún quedan algunos intactos. Lo dijo el mismo Pogacar, esos caminos le hacen disfrutar como ningún otro recorrido. Aunque para Urska no es lo mismo, y según ha confesado, padece mucho cuando Tadej está disputando una carrera, y si hay una bajada peligrosa, no puede mirar el televisor. Así que ayer lo pasaría muy mal.

Caída de Pogacar

La caída de Tadej, a cincuenta kilómetros de meta, fue sería y peligrosa. Resbaló en una curva, raspó con el muslo el asfalto, no era una zona de tierra, y dando un par de vueltas de campana se fue al prado. Suerte que no había un barranco. El golpe fue fuerte, aunque no pareció afectarle a tenor del resultado, pero habrá que ver si tiene consecuencias para las próximas carreras, como la Milán-San Remo que se ha marcado como objetivo. La carrera fue vistosa y más competida que la del año pasado, con un Pidcock muy rebelde que plantó cara a Pogacar, y que fue un caballero esperándole cuando se cayó el esloveno, y ambos iban escapados. Tras reagruparse Pogacar y Pidcock, colaboraron hasta que en el último tramo de subida en sterrato, a falta de 18 kilómetros, Pogacar atacó y el británico no pudo seguirle. Pero no fue una victoria apabullante como la de 2024.

Eso introduce una pregunta, ¿qué Pogacar veremos en este 2025? Porque en el pelotón reina el miedo a un Pogacar similar al de 2024. Tanto es ese miedo que sus contrincantes directos de las vueltas, Vingegaard, Evenepoel, Roglic, han diseñado un calendario para no cruzarse con él hasta el Tour. En las clásicas será otra cosa, ahí se encontrará con adversarios tan duros como Van der Poel, que parece estar en una gran forma, y con el enigmático Van Aert. Otro efecto del miedo es la copia, cómo copian aquello que hace Pogacar, para intentar igualarse con él. El año pasado se descubrió que Pogacar había utilizado bielas de 165 mm para mejorar la cadencia en detrimento de la potencia. Aquí rige la ley de la palanca y siempre se había postulado que, a corredores más potentes, más altos, mayor biela para mover más desarrollo. Pogacar cambió el paradigma. Y ahora vemos que Vingegaard lo lleva al extremo y coloca en su bici unas bielas de 150 mm. Algo insólito, pues las menores de serie, con las que yo corría en infantiles, son las de 165 mm. También vemos la copia en las zapatillas, después de haberse impuesto los cierres micrométricos, que permiten un ajuste de la presión de la zapatilla en marcha, al ver que Pogacar lleva zapatillas con cordones, vemos que tanto Vingegaard como Evenepoel, calzan también zapatillas de cordones. En la teoría de las ganancias marginales, no hay que dar ni la más mínima ventaja al adversario.