Descuenta los días Luis Ángel Maté para la jubilación corriendo con la ilusión que alimenta a un juvenil que quiere comerse el mundo, al viento su maillot del Euskaltel-Euskadi. Es un muchacho con la energía adolescente a través de una fuga en la que coincide con Ander Okamika, un ciclista tardío y tal vez por ello apresurado, combativo y rebelde, siempre dispuesto a enrolarse a una revolución. Se encuentran ambos en la carretera que lleva a Roquetas de Mar, donde espera la lógica de un esprint.

Difícilmente podrían tomarse un sorbo de champán al final, así que mejor celebrar la vida con la burbuja de la alegría mientras se monta en bici. Un plan estupendo. El camino como fin. Probablemente los mejores viajes no lleven a ninguna parte concreta de la cartografía.

No hay mapa más personal que el que conduce a los no lugares. Roquetas de Mar, donde la ley de Costas es una entelequia, se mostraba nostálgica en invierno. Una ciudad melancólica lejos de las postales, las poses y los selfies, perdida sin los veraneantes que pisan el mar, la arena y la acera casi en la misma zancada.

Kooij, el más rápido

No hay sombrillas, hamacas ni chanclas en invierno. Solo las bicis, que son para el verano, tratan de agitar la narcotización que febrero provoca en las ciudades que se tumban al sol y huelen a crema solar y pescaíto frito.

A la espera de rebozar a los turistas con la algarabía, el tinto de verano y la fiesta, las prisas en Roquetas de Mar, aún en hibernación, es el desembarcó Olav Kooij, que se abrió pasó la a toda velocidad.

Al joven neerlandés le puso en órbita Van Aert, que trabajó para él. Le prestó las alas. Kooij se metió en el ala del belga y despegó como un cohete dispuesto a desafiar la gravedad desde Cabo Cañaveral.

Petit se interesa por el estado de salud de Peñalver tras la caída de este al esprint. Eurosport

Cuando se mostró, levantó el brazo y contó su 29ª victoria. Kooij es una exhalación de 22 años. De Lie es un año más joven que el neerlandés. Otro hombre a la velocidad pegado. El belga, empero, se perdió en el esprint. Mal colocado, no tuvo opción de incomodar a Kooij.

Entre ambos se colaron Moschetti, segundo, y Trentin, tercero, en una llegada que contó tres caídas aparatosas. Peñalver, ovillado sobre el asfalto, desatendido (solo un ciclista, Adrien Petit, se interesó por él) elevó la preocupación hasta que se recuperó y atravesó a pie la meta.

Maté se hace con la Montaña

Antes de que el esprint ocupara el centro del escenario, el estímulo tiraba de Maté y Okamika, que sumaban fuerzas para la libertad con Barta, Vadic y José María García. Desde que se fugaron esperaban la detención en un punto kilométrico que le interesase a la sociedad del asfalto.

Maté festeja el premio de la Montaña. Clásica de Almería.

Barta recordaba que en Valencia, 40 kilómetros en solitario, pudo con ese pacto, pero la excepción es un bien efímero en el ciclismo del cálculo, los datos y las tablas de Excel. Manda la ciencia y la prosa sobre la poesía y la bohemia.

La realidad tiende a imponerse por inercia como cuando cae una lluvia caprichosa y tenue que tintinea sobre los invernaderos, el paladar blanco de Almería, el huerto de Europa. En ese mar de plástico que se aprecia desde el espacio se deshilachó la bandera de la fuga. Sucedió después de 170 kilómetros de esfuerzo y lucha contra el gigante.

La lógica del esprint

No hubo espacio para una Epifanía en la Clásica de Almería, donde se activó el andamiaje del esprint. La coreografía exacta. Van Aert anunció a la mañana el desenlace.

“Creo que Olav es nuestra mayor oportunidad si podemos hacer un esprint, así que seguro que apostaremos por él. Pero es una carrera de un día, así que nunca se sabe. Para mí es una buena carrera para ayudar al equipo y calentar para mañana (Jaén) y para Algarve”. El poderoso belga llevó a hombros a su compañero hasta la victoria. Kooij descorcha al Visma.

Clásica de Almería

Clasificación

1. Olav Kooij (Visma) 4h11:29

2. Matteo Moschetti (Q 36.5) m.t.

3. Matteo Trentin (Tudor) m.t.