Al igual que dos boxeadoras sonadas, en la agonía extrema, Demi Vollering y Annemiek Van Vleuten acabaron en la lona, destrozadas por un esfuerzo sobrecogedor, descomunal. Ambas, laminadas, apenas dos hilos de vida entre la niebla de los Lagos de Covadonga, no podían sostenerse en pie después de un duelo majestuoso, épico. Una sinfonía de dolor y gloria.

Vollering golpeó en cada pulgada de la montaña asturiana, impulsada por Realini, y Van Vleuten, con la cruz a cuestas, se contra las cuerdas en una subida hiriente, demoledora para la líder, que respiraba a chepazos ante la autoridad de Vollering, la más fuerte de la carrera, pero no la ganadora final.

La capacidad de resistencia, el orgullo de campeona que no contempla la rendición, rescató a Van Vleuten, que salvó la Vuelta femenina por 9 segundos. Fue la de la neerlandesa la victoria de los vencidos. Vollering, vencedora de dos etapas en los dos finales en alto de la carrera, masticó bilis y frustración. Para Gaia Realini, segunda en los Lagos de Covadonga, fue la tercera plaza de la Vuelta femenina.

La polémica que aún no cesa

Vollering lloró su derrota después de completar una actuación extraordinaria. Recordará que fue la más fuerte, pero que el descuido de la víspera, le condenó ante Van Vleuten, que vivió de las rentas.

La polémica aún continuará. ¿Atacó el Movistar cuando la líder paró para orinar o era el plan previsto? Esa herida tardará en cicatrizar. Probablemente no se cierre.

El ciclismo tiene tanta memoria como agravios y venganzas. La maniobra, según desde que parte de la orilla se mire, tiene lecturas opuestas. El tiempo que acumuló tras ese episodio Van Vleuten le concedió su tercer laurel, un hito en la Vuelta.

Demi Vollering conquista la victoria. Cxcling

Vollering, mejor en los duelos

En los duelos directos con Vollering nunca pudo con ella. Con todo, la carrera subrayó a Vollering. Es la campeona que viene. Sus ojos, protegidos por la máscara de las gafas de sol mientras ascendía aplicando el método de su rodillo, se le llenaron de lágrimas cuando observó, que entre la niebla apareció torcida, fantasmal, pero aún en pie, el espectro de Van Vleuten, que se dejó hasta el alma para anudarse su tercera Vuelta femenina.

Van Vleuten, al límite

La neerlandesa estuvo más cerca que nunca de la derrota porque Realini, segunda en la cima, tercera en el podio, aceleró y a Van Vleuten se le vieron las costuras cuando a la mítica ascensión le restaban más de cinco kilómetros y las tres estaban a solas. Vollering elevó el tono de su discurso y Van Vleuten inició su calvario, balbuceante, ante la energía de Vollering, que debía recortar un mundo.

Le faltó poco para borrar a Van Vleuten, cuyo perfil se desvanecía a medida que la montaña exigía peaje y derechos de autor. Vollering, que no recibió ni un solo relevo de Gaia Realini, fue desmontando el mito Van Vleuten.

Decapó su blindaje hasta dejarla en los huesos. A la campeona del mundo le sostenía el tuétano y la mentalidad granítica de la grandes campeonas, las que no se rinden aunque sea lo que el cuerpo les susurra a gritos en el oído.

Descontaba Vollering metros y se le acumulaba retraso a Van Vleuten, que hacía equilibrios en el alambre para no caer al abismo. Durante un buen tramo mantuvo una pérdida de una veintena de segundos, pero Vollering no dejaba de presionar, implacable su ejercicio de constancia, colgada en su coleta Realini, un colibrí.

Sólo nueve segundos

En ese duelo, en los estertores, Vollering empujó más y más ante el padecimiento de Van Vleuten, el rostro sin marco, la nariz chata, el estilo de la supervivencia dibujando su ascensión, un infierno.

La campeona del mundo, con una corona de espinas. Vollering soltó a Realini, en el descenso que anunciaba el repecho definitivo. Frenética, la neerlandesa abrió la niebla a dentelladas de ambición.

Van Vleuten era una letanía, una saeta que pedaleaba como si no hubiera mañana. Alcanzó Vollering la cumbre, la primera mujer en vencer en los Lagos de Covadonga. Realini brotó después. La neerlandesa se sentó en el suelo, cansada, buscando aire mientras observaba el reloj.

Caían los segundos. La Vuelta era un thriller. Puro Hitchcock. Disparado el suspense. Entre el telón blanco, lechoso, retorcida, Van Vleuten exhaló la victoria en la Vuelta. En el suelo, lloró Vollering, tan cerca y tan lejos. En el suelo, tumbada, derrengada, sonrió, feliz, Van Vleuten, campeona de la Vuelta femenina. Resistir es vencer.