Cuando la pandemia del covid golpeó al mundo en marzo de 2020, Gorka Sorarrain (Tolosa, 1996) se confinó en calidad de ingeniero en potencia y de baloncestista aficionado. Estudiaba un Máster. Y además llevaba “toda la vida” jugando a basket. Solo dos meses después, al abrirse ya la posibilidad de salir de casa, Gorka lo hizo convertido en ciclista, tras ver cómo las sesiones virtuales de rodillo provocaban que el gusanillo de las dos ruedas le picara de lleno. Apenas han pasado tres años desde aquello, y Sorarrain se prepara ahora para compaginar el trabajo en la empresa Sapa, en Andoain, con su primera temporada en el pelotón profesional: estrena contrato con el BAI-Sicasal, equipo de licencia angoleña que disputa todo el calendario portugués.

“A mí siempre me han gustado los deportes, incluido el ciclismo. Así que solía hacer mis salidas en bicicleta todos los veranos. Me compré una nueva en el año previo a la pandemia, en 2019. No era ninguna maravilla, ¿eh? Solo una bici de aluminio que costaba 500 euros”. Sin embargo, al carácter lúdico de aquellos paseos le seguirían luego, con toda la sociedad en cuarentena, exigentes sesiones indoor. “Empecé a darle duro. Mediante la aplicación Zwift conectaba con amigos, hacíamos carreras y me picaba con los vatios que podía mover. Mejoré mucho y, cuando se pudo salir, decidí seguir entrenándome en la carretera”, explica.

En las rutas del posconfinamiento, con conocidos y grupetas de la zona, Sorarrain era siempre el más rápido. Así lo percibió y apostó en 2021 por dar el siguiente paso: marchas cicloturistas. “Hice cuatro. Dos en Donostia, una en Andorra y la Quebrantahuesos”. Se vio “delante” con motivo de las tres primeras. En la prueba aragonesa, mientras, firmó una marca notable a tenor de las circunstancias, seis horas y quince minutos en una jornada dantesca de lluvia y frío, y ataviado con una equipación poco aerodinámica. “Llevaba una xira holgada que parecía un paracaídas”, recuerda Gorka entre risas.

Alcanzado semejante nivel, 2022 fue el año de probar ya en el pelotón amateur, con éxito. Fichado por el Cafés Baqué tras iniciar la temporada como independiente, el tolosarra ganó en Berriatua y en Gernika, abriéndosele así la oportunidad de continuar compitiendo ahora. Ya no puede hacerlo como aficionado en el circuito vasco-navarro, al rebasar el límite de edad (cumple 27 en mayo). Pero el interés del BAI-Sicasal, cuyos colores va a compartir con el legazpiarra Mikel Mujika, le permite seguir pegándose un dorsal en la espalda. “Esto figura en todas partes como un salto a profesionales… Pero las condiciones no lo son, así que voy a seguir compaginando los entrenamientos con el trabajo”, explica Sorarrain un viernes cualquiera a las cuatro de la tarde antes de ejercitarse, mientras ajusta la potente luz frontal de su bicicleta. Más de un día y más de dos, la caída de la noche le ha cogido sudando sobre el asfalto.