Bélgica es un país con dos comunidades lingüísticas y culturales claramente diferenciadas, Flandes y Valonia. Son muy distintas, pero comparten una enorme afición por el ciclismo. Y de las dos, Flandes es la principal cantera de aficionados y de corredores. En casi todas las grandes pruebas vemos multitud de sus banderas amarillas con el león rampante negro, que a veces compiten con nuestras ikurriñas. Es cuna de grandes campeones en la historia del ciclismo, casi todos rodadores resistentes, forjados en sus clásicas, de las que el Tour de Flandes es la más prestigiosa. Con excepción de Eddy Merckx, el arquetipo del ciclista completo. Por cierto, la boda de Merckx provocó una anécdota que explica esa diferenciación en dos comunidades que conviven pero se dan la espalda. Merckx, de la región del Brabante flamenco, se casó con la bruselense Claudine y pronunció el sí de aceptación matrimonial en francés, en lugar de decirlo en su idioma natal. Eso suscitó un gran recelo en toda la comunidad flamenca. Quizá por eso el Tour de Flandes fue una prueba en la nunca se sintió muy cómodo Merckx, como él confesó, a pesar de sus dos victorias.
En el ciclismo moderno no es fácil asistir a gestas asombrosas, sobresalientes, y algunas de estas se suelen producir en esta prueba, una carrera de larga distancia, con meteorología por lo general adversa, y con los difíciles muros de las Ardenas flamencas, cuestas cortas pero con gran pendiente y con adoquines irregulares en vez de asfalto: el viejo Kwaremont, el Koppenberg, el Paterberg, el Kapelmuur. Una de ellas ocurrió en la edición de 2010 a cargo del suizo Fabian Cancellara, y fue tan descomunal que dio pie a la polémica de si llevaba un motor escondido en su bici, inaugurando otro frente de sospechas para el ciclismo, el del doping técnico. Sucedió en el Kapelmuur, o muro de Gramont, a 20 kilómetros de la meta y donde se dilucidaba casi siempre la victoria hasta que en 2012 se cambió el final de la carrera, quedando desde entonces lejos de la llegada, siendo sustituido por el Paterberg como juez de a prueba, a trece kilómetros de la pancarta. El Kapelmuur es el muro más bello, una cuesta de medio kilómetro que trepa por una colina verde entre oscuros adoquines rematada por una preciosa capilla. Tiene una pendiente media del 9,5 % y un pico del 19.
Allí, Cancellara, sin levantarse del sillín, acelerando su cadencia, dejó clavado a su ilustre compañero de fuga, Tom Boonen. En 100 metros le sacó 50 de ventaja. Que no era susceptible de sospecha lo demostró él mismo en 2013, cuando ya existía el antidoping técnico, esta vez en el Paterberg y frente a otro rival selecto, Peter Sagan, repitiendo con exactitud el mismo guion, sentado, incrementando la cadencia, hasta dejar clavado a Sagan. En los 13 kilómetros que faltaban para la meta le sacó una ventaja de un minuto y 26 segundos.
Hay un cachorro flamenco de cualidades excepcionales. Se trata de Remco Evenepoel, un prodigio que ha pasado de la categoría de junior directamente a la de profesional. El año pasado ganó los campeonatos de Europa y del mundo junior, en contrarreloj y ruta, sacando diez minutos al segundo clasificado en el europeo de ruta; venció en el mundial tras caerse, perder dos minutos, alcanzar al grupo de cabeza y escaparse de nuevo. Un diamante que está protegido por Lefevere, el descubridor de talentos del ciclismo belga. Como el chico declaró tras lograr un tercer puesto en la contrarreloj de su debut profesional, “no es lo mismo rodar con un 52x14, la multiplicación tope permitida en junior, que con un 55x11”. Es cierto, ese abismo se ha tragado a muchas jóvenes promesas. A su favor tiene que Lefevere sabe que en los momentos críticos no se trata de bajar un piñón y abusar de desarrollo como hace la mayoría, sino de aumentar la cadencia. Es su escuela, salvando excepciones que han pasado por su mano, como las de Museeuw o Gilbert, dotados para los desarrollos extremos. Una escuela en la que florecen los jóvenes Alaphilippe o Jungels. Cuando la mayoría baja una corona, ellos intensifican la cadencia. Si mantiene ese principio, Evenepoel promete ser el nuevo León de Flandes.