donostia - Desde que Vittorio de Sica representará con maestría la Italia de posguerra en Ladrón de bicicletas, siempre hay un italiano en fuga con una bicicleta. También en el Giro, que es el alma de asfalto de Italia. Es una tradición, una buena costumbre, necesaria, purificadora. Al Ballerini de turno, el apellido es intercambiable, se le sumaron Belkov, que ya sabía lo que es emprender la aventura y el novicio Markel Irizar (Trek), que ya es veterano, pero hacía tanto tiempo que no pisaba el Giro, que quiso estrenarse con una fuga con el mismo entusiasmo con los chiquillos que patean la calle con zapatos nuevos. El ilusión les llenó las alforjas de la esperanza para una jornada que tenía escrito el final porque en paralelo al mar solo se esperaba un chapuzó rápido, al esprint. Irizar, Belkov y Ballerini pactaron la rendición a poco más de diez kilómetros para que todo pareciera nuevo, aunque era muy viejo, el guion de siempre.

Finalizada la cacería, se apostaron los galgos en su cajones para salir disparados en la recta de meta tras atravesar túneles iluminados por velas. Modolo fue la referencia que eligió Elia Viviani (Quick-Step), que lo había ganado todo cuando se trataba de las volatas. En Praia a Mare se aguardaba su festejo. Nada parecía que le incomodaría, más si cabe cuando desechó la resistencia de Modolo (Education First), al que sobrepasó sin alharacas, pero el italiano no calculó bien la resistencia de Bennett (Bora). Separados, con suficiente aire entre ambos para no molestarse, el irlandés aguantó la mirada de Viviani antes de sobrepasarle y empuñar el triunfo en un día de relax para los favoritos, que esperan al Gran Sasso.