donostia - Todos los caminos conducen a Roma. En la ciudad eterna concluirá un Giro que sobrepasa el siglo de historia -celebra su 101ª edición- y que se pone de pie hoy en tierra santa: Jerusalén, crisol de civilizaciones, religiones y, probablemente, uno de los con mayor magma del planeta. La vieja Jerusalén, la ciudad santa, se santigua ante el Giro y sus hábitos. Entre la calle Rey David y la plaza Tramafat, apenas una decena de kilómetros que darán cuerda al reloj de la carrera italiana con una crono individual, confluye la polémica, que la organización del Giro resolvió quitándole el apellido a la ciudad, arrancó el Oeste para no molestar a sus patrocinador principal, el estado de Israel, que se calcula, ha invertido entre 10 y 12 millones para que la Corsa rosa abandone el nido de Europa, razón de ser de las grandes carreras. El Giro no acampará en Jerusalén Este, territorio anexionado por Israel hace medio siglo para mostrarle al mundo quién manda en esa tierra mítica.

El Giro de Italia se viste de etiqueta en Israel, -donde transcurrirán los tres primeros capítulos de una trama que se resolverá en Roma el 27 de mayo-, no tanto por la globalización como por el dinero. La experiencia de competir en Israel fue calificada de “fantástica” por Chris Froome (Sky). “Tuvimos problemas de seguridad antes de venir a Israel, pero todo ha sido fantástico. Hemos rodado con el equipo júnior de Israel. Afortunadamente, el Giro que comienza aquí inspirará a los jóvenes ciclistas y habrá destacados corredores de esta parte del mundo en unos años”, expuso Froome, la principal luminaria del ciclismo, que ahora, con el asunto del salbutamol de la Vuelta a España colgando de su currículo, cercando su credibilidad, tiene el aspecto lunar, con su zona sombría cuando antes todo era una luz resplandeciente, incandescente, cegadora. “Participar en el Giro es una decisión que tomé con el equipo durante el invierno. Ha pasado casi una década desde que hice el primer Giro en el país que me dio la bienvenida como neoprofesional, con el Barloworld, y estoy listo para intentar ganar”, advierte el británico, que fue descalificado en su última aparición en Italia, cuando para subir el mastodóntico Mortirolo utilizó el piolet y los crampones del coche de equipo. De aquel Froome, envuelto en el maillot del Barloworld, no queda nada. Ni las migas. Ocho años después solo la memoria le recuerda aquellos pasajes al ciclista que ha gobernado el Tour sin titubeos durante el último lustro.

Ocurre que Froome quiere entrar en el panteón de la historia. Para atravesar el portal de la gloria y hacerse un hueco entre los incunables que han agarrado las tres grandes, Froome necesita coserse el Giro a la pechera. Esa es su idea. “Es una gran motivación tratar de ganar tres grandes vueltas seguidas”, estima el británico, que siente que puede triunfar en la carrera italiana después de su paso por los Alpes, el test que le tomó la temperatura. “Según las sensaciones que he tenido en el Tour de los Alpes estoy preparado para ganar, pero no puedo decir que esto vaya a suceder. Se verá el resultado dentro de tres semanas”, establece un Froome que anuncia guerra en todos los terrenos. “No voy a supeditarme a las etapas contrarreloj para ganar el Giro”.

dumoulin, su rival Lo necesitará Froome ante un rival majestuoso como Tom Dumoulin (Sunweb), defensor del título, y al que no pocos señalan como su sucesor en el futuro próximo. “Quiero ganar el Giro de nuevo y demostrar que no fue flor de un día”, establece el holandés, que tal vez sea el horizonte que ya está aquí. Puro presente. Dumoulin, sin embargo, remoloneó su presencia en el Giro. El día de la presentación no dijo ni que sí ni que no cuando Froome asomó en un mensaje televisivo certificando que estaría en la ronda italiana. La presencia de Froome en la Corsa rosa espantó a muchos hacia el Tour, como cuando suena la alarma de incendios. El cálculo era sencillo: batir al británico es un asunto mayor y a sabiendas de que todos los que han intentado enlazar últimamente el Giro y el Tour se han estampado en la realidad de la carrera francesa, esprintaron sin disimulo hacia julio, donde se desconoce si estará el británico. Nibali, Landa y Nairo Quintana, entre otros, ojearon de inmediato el libro de ruta del Tour, sabedores que París bien merece una misa.

Si bien Froome y Dumoulin se miden en el mismo escalón, próximos en jerarquía, aunque la fortaleza del Sky es superior a la del Sunweb, el resto de aspirantes se supone, al menos, un grado por debajo del alcance del británico y del holandés. Thibaut Pinot (FDJ), cuarto el pasado año y reciente vencedor del Tour de los Alpes, aparece en ese escala, al igual que Fabio Aru (Emirates), segundo en 2015 y tercero en 2014; Esteban Chaves (Mitchelton), segundo en 2016, o Miguel Ángel López (Astana). También se espera que estén delante, Domenico Pozzovivo (Bahrain), Simon Yates (Mitchelton) o Michael Woods (Education First).