Tropezó con él. Se detuvo en el escaparate de una tienda de bicicletas. Algo le había llevado hasta allí. Unas llamativas mountain bikes. Sintió que se tenía que comprar una y entró. Entonces la vio. Una BH Iseran de carretera. Fue un flechazo. “Supe que tenía que comprármela”. Le preguntó al dueño de la tienda cuánto valía. “500 euros”. Le dijo que se la guardase, que al día siguiente vendría a por ella.

Se compró esa bici con el sueldo del supermercado. Pero no la quería para correr. La utilizaba para ir a trabajar, para moverse de aquí para allá. Un día que iba al súper pinchó. Ni se había parado a pensar que eso podía llegar a ocurrir. No sabía cómo arreglar aquello y se fue andando a una tienda de bicicletas. Vio una: Ciclos Trujillo. Allí entró y esperó a que le reparasen el pinchazo mientras escuchaba hablar al mecánico y se le llenaban los ojos de ciclismo: las bicis, los póster, la ropa? Ya tenía el bicho dentro. Solo faltaba que le escuchara.

Yendo a trabajar en su BH Iseran, David sentía que iba bien, que no le costaba. Un día se presentó en Ciclos Trujillo y preguntó qué tenía que hacer para andar en bicicleta, que le gustaría probar. Le dijeron que ellos salían dos veces a la semana, martes y jueves, y que podía ir con ellos. Era miércoles, al día siguiente estaba en la puerta de la tienda con unas pintas? Lo único que le identificaba como ciclista era la bicicleta. Lo demás, nada. Iba con las zapatillas de correr, una camiseta, el pantalón corto? “No llevaba ni casco”. El grupo programó un recorrido exigente, con dos subidas, y un ritmo importante. 29,5 de media. David aguantó. Sorprendidos, le dijeron que se animase a salir con ellos. Le regalaron todo lo que necesitaba: las zapatillas, el casco, la ropa y los calcetines. Un mes después, en julio de 2007, se apuntó al club de Sant Boi. En su primera carrera después de dos critériums, una que acababa en un puerto, fue tercero. En aficionados corrió en el Alumini Sant Jordi, heredero del Fútbol Club Barcelona de ciclismo. Entonces volvió a tener un encuentro premonitorio.

Conoció a Joaquim Rodríguez, Purito. “Se portó de maravilla conmigo”. Le ayudó a entrenar, le enseñó a prepararse, le contó lo importante que era cuidar los detalles, la alimentación, el descanso. Y viendo que el chico escuchaba y aplicaba lo escuchado, era serio, y andaba, algo tenía, Purito le recomendó a los que tenía que recomendar. A unos y a otros. “Va bien en todos los terrenos, es bueno contrarreloj y sube bien. Tiene margen de mejora. Desde que le vi me encantó. Sabe preguntar y escuchar, quiere aprender. Eso es muy bueno. No me importaría tenerle en mi equipo para que aprendiera”, dice ahora Purito. Finalmente, fue el Caja Rural el que le hizo un hueco.

En tres años había pasado del supemercado al pelotón profesional. Y en cuatro más, ha llegado al Tour. “Yo no pienso mucho en lo que han pasado estos años, pero mientras te lo estaba contando me iba dando cuenta de que realmente mi historia es curiosa, qué digo curiosa, la hostia, y de que desde que me compré la bici todo ha pasado muy deprisa. Ya te digo que yo no sabía nada de ciclismo y que solo había oído hablar del Tour. Por eso, cuando empecé solo soñaba con correr esta carrera”. Ahora que la vive con el NetApp-Endura, el equipo de Iker Camaño, al que echa en falta aquí en el Tour pues el santurtziarra no está, piensa más en todo eso, en las vueltas que da la vida y en que nunca sabes qué te vas a encontrar detrás de cada curva. También, en lo que le dijo Purito antes de que empezara el Tour. Que hay que guardar las fuerzas, medirlas bien y utilizarlas en el momento oportuno. En eso está. Esperando que llegue su oportunidad. “Todo lo que se hace en el Tour se magnifica. Y todos sabemos que el Tour te puede cambiar el futuro”. Ya le cambió una vez cuando se tropezó con el escaparate de una tienda de bicicletas.