SAMATAN-PAU
1º. Pierrick Fedrigo (FDJ)3h40:15
2º. Christian Vande Velde (Garmin)m.t.
3º. Thomas Voeckler (Europcar)a 12''
General
1º. Bradley Wiggins (Sky) 68h33:21
2º. Christopher Froome (Sky)a 2:05
3º. Cadel Evans (BMC)a 2:23
alain laiseka
Pau. El Tour tiene su propia geografía: su memoria. Cada día pisa el asfalto fresco de sus recuerdos y añade una capa más. Otra historia. Otro cuento. En el horizonte de Pau estira desafiante el cuello de los Pirineos. Lleva su abrigo de algodón de nube, blanco. Debajo están sus piedras grabadas con los nombres que escriben la leyenda, los duelos a muerte, las grandes gestas, las victorias y, también, las lágrimas de los derrotados, el sudor, las gotas de sangre de los anónimos. Allí esperan. Mañana y pasado el Tour echará encima otra capa de historias. Como la carrera francesa, cada ciclista tiene sus recuerdos bien dobladitos en el baúl de la memoria. Wiggins, el líder, los suyos. El peor que guarda del Tour tiene que ver con los Pirineos, con Pau: en 2006, su primer Tour, llegó solo, muerto y a una minutada tras sufrir lo que no está escrito, él, un chico que venía de la pista, en el Soulor y el Marie Blanque. En meta no le esperaba nadie, solo un periodista inglés que contaba la historia de su debut en la carrera francesa.
Aquel, más gordo, menos preparado, más inocente, era otro Wiggins diferente al que ahora gobierna el Tour con puño de hierro. Como el que hace dos años ganó en Pau tras salir vivo del círculo de la muerte y de Armstrong en la que fue la última escapada del tejano en el Tour, era otro Fedrigo. "Soy distinto", dijo ayer el francés tras rematar a Vande Velde en la recta de meta después de que junto al americano dejaran sentados a siete kilómetros de meta a tipos tan peligrosos como Voeckler y su show diario, Chris Sorensen o el pequeño Domoulin.
Ningún recuerdo en el Tour es pequeño. Menos, si en él cabe una victoria. De las cuatro que ha ganado, Fedrigo da un valor a cada una. La de 2006 la adora porque era la primera; la de 2007, porque la consiguió en casa, con lo que eso llena; la de 2010, porque fue una histórica travesía por los viejos Pirineos; la de ayer, "porque supone mi regreso después de una mala racha".
Zubeldia, en casa El regreso de Wiggins a Pau tampoco nada tuvo que ver con el de hace seis años. Fue plácido. O eso pareció. Cuando ayer, tras la etapa, se lo comentó un periodista, se enfadó. "¿Usted ha montado alguna vez en bicicleta? No ha sido un día fácil, para nada". Lo dijo porque durante la primera hora y media se desató una pelea a muerte por meterse en la escapada. Y luego, una vez indultados Fedrigo, Voeckler, Sorensen, Vande Velde y Domoulin, su equipo, el Sky, tuvo que seguir tirando sin ayuda. Ni del Lotto ni del Orica ni de nadie, que está el depósito bajo mínimos.
Tienen 24 horas para llenarlos hasta donde puedan. Hoy el Tour descansa en Pau. Algunos aprovecharán para coger la bici, andar media hora y sentarse en una terraza a tomar un café y leer el periódico tranquilamente. Otros, los que se juegan todo en cuatro días, entrenarán para mantener la tensión de los músculos y el ritmo del latido del corazón.
A Wiggins, reconoce, los días de descanso le matan. Se aburre. Le parecen demasiado largos y vacíos. Además, los teme. "Es como eso que dicen de la cabeza y la pared. ¿Cuándo se parte uno la cabeza? Cuando deja de golpear la pared. Lo mismo pasa con el cuerpo. Se parte cuando dejas de castigarlo", suele explicar sobre su aversión a los días de descanso.
También aborrece que le pregunten sobre el futuro. Ayer le pidieron que evaluara el asalto definitivo a los Pirineos, desde mañana mismo, y dijo que no los había visto aún, que no sabía ni qué puertos se subían. "Lo haré mañana -por hoy- por la noche. Siempre digo que en la vida hay que ir sobreviviendo día a día. Que si miras mucho más allá, no ves lo que tienes inmediatamente delante", dijo.
A Zubeldia, por el contrario, la llegada de los Pirineos le hace florecer una sonrisa deliciosa que invita a imaginar todo lo bien que le puede ir en su lucha por un puesto noble en la general del Tour. Sonríe porque sabe por dónde pisa -ya recorrió las dos etapas hace unas semanas junto a todo su equipo- y porque desde ayer, rodeado de ikurriñas, se siente en casa. Casi como Fedrigo. Pau aún le recordaba.