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"Volvería a venderlo todo para correr el Tour"

Ganador de la edición de hace dos años y segundo el año pasado, el americano, 40 años, aspira al triunfo en la Vuelta al País Vasco después de acabar segundo la Tirreno-Adriático tras ocho meses apartado de la competición por las secuelas de la caída en el Tour de Francia

"Volvería a venderlo todo para correr el Tour"Deia

Güeñes. Alguien acertó a definir a Chris Horner (Okinawa, Japón, 1971) como el yankee pobre pero feliz. Fue en 2005, en julio, en el Tour. El último de la era Armstrong -luego regresó en 2009- y el primero de Horner. Lo corrió por amor. Al ciclismo. En mayo de 2004 Josean Fernández Matxin le llamó para contratarle para el Saunier Duval después de que Imanol Ayestarán le hablara de él como un portento, aunque desconocido en Europa. La oferta era humilde, pero, al saber que podía tener un dorsal para el Tour, el americano -nació en la base aérea norteamericana donde estaba destinado su padre- se puso a hacer cuentas. Separado y con tres hijos, no le llegaba para pagar la pensión. Le pusieron precio a su felicidad. Pagó por ella. Vendió su casa de California para vivir en una caravana y subastó por Internet todos los trofeos, maillots y bicicletas que tenía. Corrió aquel Tour y desde entonces nadie es capaz de robarle la sonrisa.

"Y volvería a hacerlo", promete ahora, casi seis años después, en la salida de Güeñes de la Vuelta al País Vasco que ganó hace dos años y acabó segundo, tras su compañero Klöden, en 2011. Parafraseando a Samuel, dice que es su carrera. Le tiene un cariño incalculable. Tanto como para situarla solo un peldaño por debajo del Tour y por encima del resto de carreras del calendario ciclista. Lo dijo hace unas semanas, cuando la prueba vasca luchaba por su supervivencia.

De luchar también sabe algo Horner, 40 años, el paradigma de la resistencia. Ni se plantea aún la retirada. La séptima etapa del pasado Tour de Francia la acabó en el hospital. Se fracturó la nariz y sufrió un hematoma en la pantorrilla. Su estado se agravó de regreso a casa. Estuvo meses sin entrenar. Y ocho sin competir. "Nunca había estado tanto tiempo sin correr". Pero ni siquiera entonces pensó en colgar la bicicleta. Así que regresó hace unas semanas en la Tirreno-Adriático y acabó segundo. ¿Hay algo que pueda acabar con Horner? Dice que no lo sabe. Ahora asegura que su forma en la Vuelta al País Vasco es buena. Que puede volver a ganar. "Sería feliz con eso o con que ganara algún compañero". Da igual si ocurre o no. Lo será de todas maneras. Hace seis años vendió todo lo que tenía para serlo eternamente.

Hace ocho meses se cayó en el Tour y no volvió a competir hasta la pasada Tirreno-Adriático. ¿Está recuperado?

Sí, totalmente. Fueron ocho duros meses de recuperación. En toda mi carrera deportiva nunca había estado tanto tiempo sin correr. Fue difícil para mí tener que ver desde el sofá de casa pruebas como la Vuelta, el Giro de Lombardía o el Campeonato del Mundo. Pero lo superé. Todo cambió con la llegada del año nuevo. Las cosas fueron mejorando y aunque en enero todavía no podía entrenar con el resto de mis compañeros por la medicación, en febrero me reintegré al grupo. Ya era uno más.

En la Tirreno regresó y acabó segundo.

Fue un muy buen resultado, pero tampoco es sorprendente. Que estuviese fuera de la competición no significaba que no entrenase. En todo ese tiempo estuve muy centrado en prepararme a fondo y en llegar al inicio de la temporada al 100%. La cosa ha ido bien y ahora, después de la Vuelta al País Vasco, descansaré unos días para afrontar el Tour de California. Mi objetivo era llegar aquí en la mejor condición física posible.

Dice que los meses posteriores a la caída del Tour fueron duros. ¿Tanto como para plantearse la retirada?

No, para nada, en ningún momento.

Tiene 40 años, una edad a la que muy pocos ciclistas siguen en activo. ¿Hasta cuando se ve corriendo?

La posibilidad de dejar la bicicleta está ahí, pero yo todavía no me la he planteado. Solo pienso en entrenar. No sé cuándo se acabará esto. Lo único que sé seguro es que no será hasta dentro de mucho tiempo cuando decida retirarme.

¿Sigue disfrutando de la bicicleta?

Por supuesto. Adoro el ciclismo. Para mí no hay otra cosa en la vida aparte de mis hijos, mi mujer y el resto de mi familia.

Físicamente, ¿pesan los años?

En la bici no (se ríe), pero cada día me levanto de la cama más incómodo. Quizás sea la edad. O las caídas, que dejan huella. No lo sé. Eso sí, cuando me subo a la bicicleta se me pasan todos los dolores.

¿Y mentalmente?

Estar siempre contento es lo que me permite seguir corriendo a mi edad. Sigue sonriendo como siempre lo he hecho y me tomo las cosas con humor. Creo que por eso sigo aquí.

¿Alguna vez le ha costado salir a entrenar?

No. Nunca. Todo lo contrario. Cuando me levanto solo pienso en que tengo que ir a trabajar. Y en que tengo la suerte de poder hacerlo encima de la bicicleta. ¿Cómo me va a costar hacer mi trabajo si soy un privilegiado?

Josean Férnandez Matxin, que le fichó para el Saunier Duval en 2004, aún recuerda a un joven Chris Horner de larga melena y aspecto hippie. ¿Qué queda de aquel ciclista?

Todo. O casi. Lo único que he perdido es el pelo (se ríe). Los años me han quitado el pelo, pero sigo amando el ciclismo como cuando tenía 20 años.

¿Es cierto que vendió su casa en Estados Unidos para poder correr el Tour de Francia?

Absolutamente cierto. Fue cuando fiché por el Saunier Duval. Si quería correr con ellos, tenía que tomar una decisión drástica que pasaba por vender mi casa para tener que pagar menos facturas porque el sueldo no era muy alto. A cambio, tenía la posibilidad de poder correr el Tour de Francia. Llegué a Europa con 140.000 euros en el bolsillo. Todo aquello era muy hippie. Tengo que darle las gracias a Matxin por cómo me cuidó y por todo lo que se preocupó por mí.

¿Volvería a venderlo todo para correr el Tour?

Si eres ciclista profesional, tienes que correr el Tour de Francia. Tu carrera no está completa si no has estado en el Tour. Con aquel dinero pude comprar mi felicidad.

No hay muchos ciclistas como usted.

Sí los hay, seguro. Cada persona es muy diferente, pero lo que está claro es que todos disfrutamos de este deporte. Unos ganan más dinero y otros menos, pero a todos nos une el amor a la bici.

¿Las nuevas generaciones también?

En el equipo tenemos un corredor muy joven como Benjamin King. Tiene 23 años y no está aquí por el dinero. Te lo aseguro. Cobrará el salario mínimo o un poco más, pero se le ve disfrutar. En ese sentido no es muy diferente a mí y a muchos otros.

¿Los ciclistas veteranos aún dan consejos a los jóvenes?

Algunos jóvenes te preguntan cosas porque quieren saber y aprender. Yo respondo con naturalidad. No me importa enseñar lo que sé porque creo que es parte de mi trabajo.

¿Quién le enseño a usted? O, dicho de otra manera: ¿en quién se fijó cuando era joven?

No tuve una figura o alguien en quien reflejarme. En parte porque en mis comienzos cambié en numerosas ocasiones de equipo, siempre entre Europa y Estados Unidos, y no profundicé en ninguna relación. Aprendí por mi propia cuenta a ver qué tácticas eran las buenas y cuáles las malas.

Usted comenzó a correr en el siglo pasado, cuando todavía estaba Indurain. ¿El ciclismo se mueve, cambia?

Totalmente, pero no solo el ciclismo, todos los deportes cambian. Cuando empecé a correr en Europa no era obligatorio el uso del casco, no había Internet, tampoco demasiados ordenadores… El mundo evoluciona. Recuerdo que aún en 1998 hacíamos todo por medio del fax. He vivido muchos cambios. Mucha gente se pregunta, viendo lo de ahora, cómo podíamos trabajar en aquellas condiciones.

Se mueve, cambia, ¿pero avanza?

Creo que sí. Me gustan todos los cambios que ha habido en el ciclismo. Nadie puede oponerse a la evolución porque es lo que hace que los deportes vayan mejorando.

Hace unos días, cuando la Vuelta al País Vasco estaba en peligro de extinción, usted salió en su defensa diciendo que solo había una carrera mejor que esta: el Tour.

Está el Tour de Francia y luego la Vuelta al País Vasco. Ese es mi orden preferencial.

¿Y puede usted volver a ganarla como en 2010?

A eso he venido. A ganarla. Yo o alguno de mis compañeros.