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Campeonas

Dorleta Eskamendi e Irene San Sebastián, vencedoras del campeonato estatal sub'23, desvelan sus metas

LA llegada de los reporteros les dibuja una sonrisa en sus rostros, pero corta una conversación en torno a dos cafés que parecía amena. Junto al humo de las tazas, se desvanecen las confesiones entre dos jóvenes ciclistas mientras clavan sus ojos en el ventanal que da a la Plaza Zaharra de Tolosa. Son dos miradas campeonas y también dos formas diferentes, casi antagónicas, de ver su pasión, el ciclismo, deporte en el que la pasada semana se adjudicaron el campeonato estatal sub'23: Dorleta Eskamendi (Errenteria, 1992) lo hizo en contrarreloj, en Segorbe, e Irene San Sebastián (Tolosa, 1990), en línea, en Benicarló. "Eneritz Iturriaga ganó la contrarrreloj elite, así que las cosas salieron muy bien al equipo de Euskadi", confiesan.

Las dos corredoras del Debabarrena son dos de los últimos exponentes de la cantera euskaldun, que precisamente lideran la abadiñarra y Leire Olaberria, siempre bajo la aún reciente y pesada sombra de Joane Somarriba. Por debajo, han ido aflorando valores como Ana e Irene Usabiaga -que ayer en Tafalla conquistó los títulos estatales junior de persecución y scratch-, Dorleta Zorrilla, Ane Santesteban o la aún junior Eider Merino. Pero en el ciclismo femenino, el porvenir siempre es incierto. Demasiado. Y el único motor para plantarle cara es la ilusión, dado que solo un puñado puede vivir de dar pedales. "Como no tengas ilusión, lo tienes claro aquí", coinciden Dorleta e Irene.

Las dos llegaron al ciclismo de forma similar: en edad infantil e influenciadas por el aita y un tío. Cicloturistas en el caso de la tolosarra, y corredores masters, Iñaki y Sebas -que fue un notable ciclista amateur-, en el de la errenteriarra. Ambas ganaron el título estatal, que Dorleta buscó e Irene admite que "he empezado ahora a entrenar y salí a trabajar para el equipo, pero hubo una fuga y me aproveché de ella".

Subieron al mismo podio, pero sus caminos divergen. Irene, que en 2008 fue campeona estatal junior en línea y contrarreloj y quinta en el Mundial de Ciudad del Cabo, prioriza sus estudios de Arquitectura y se toma la bicicleta para "disfrutar. En verano, cuando tengo tiempo para entrenar, intento hacer cosas bonitas. Y si no salen, no salen. El ciclismo es complicado. O estás en un equipo profesional, como el Highroad o el Garmin-Cervélo, o es muy difícil vivir de esto".

"Pero yo lo voy a intentar", interviene Dorleta, todo entusiasmo. "Desde siempre lo he tenido claro, y tengo la suerte de que en casa me apoyan. Hombre, si con 25 años veo que no progreso, habría que dejarlo", afirma mientras en su móvil suena la llamada del seleccionador estatal, Ramontxu González Arrieta. Con su mirada, la de Errenteria sugiere un ¿puedo coger el móvil? Mientras contesta al exciclista y actual marido de Somarriba, Irene retoma la charla en voz baja. "Eso no va a pasar, ¡eh! Dorle es muy buena y va a tirar para adelante".

Cuando cuelga la llamada, Eskamendi no puede silenciar la ilusión que le hace ir al Europeo de Offida (Italia) -donde en 2010 disputó el Mundial junior- y lo complejo que está el Mundial absoluto. "Entre otras cosas, eso es lo malo de las chicas. Los chicos cuando pasan de juveniles tienen las categorías de sub'23 y elite antes de subir a profesionales. En nuestro caso, después de juveniles ya somos profesionales". "Aunque solo unas vivan de ello, mientras que los chicos cobran hasta por ser gregarios", apunta Irene. "Y eso que nosotras no nos podemos quejar. En Debabarrena nos ayudan mucho. Por ahí hay demasiados equipos que no funcionan", concluye Dorleta.

la filosofía femenina

Difícil salir ciclista

No eluden la inevitable comparación con el ciclismo masculino, el mayor nivel, la profesionalización, el impacto mediático. Pero no se lamentan y entre ambas hilvanan la reflexión: "Los chicos -con los que a menudo comparten pelotón: "te obligan a sufrir, a llevar el cuerpo al límite en las subidas, lo que viene muy bien al correr con chicas", explican- tienen otra filosofía. La mayoría tiene el sueño de ser profesionales, pero no hay piques. Y si los hay, son sanos. Entre nosotras, que somos cuatro, hay mucho rencor. Las cosas que suceden en carrera se guardan y alguna hasta recrimina que ataques. Además, como solo cobran las que ganan, ¿quién trabaja? Por eso salen las carreras como salen. A veces se hace una fuga, y se hace un parón detrás porque nadie tira. Así es difícil mejorar y salir ciclista".

Por ello, Dorleta aspira a "salir fuera. En Italia hay mucho más nivel, con buenos equipos. Ahí sí puedes ser profesional", como Eneritz, ahora de regreso a casa con el Lointek. "Pero para ir ahí, aún debo mejorar. Estar fuera de casa tiene que ser duro y si encima no andas...".

Irene no se plantea aventurarse. "A mí me es imposible compaginar el ciclismo en ruta con los estudios. En invierno probé con el Fullgas a correr en pista, que requiere menos tiempo para entrenar, y me gustó. Pero para ser ciclista, antes hay que ser persona y tener una base. Llevo bien la carrera, año a año". "¡Y con dieces!", corta Dorleta. "Bueno, este año solo uno", acepta Irene. En la Universidad aprecian su constancia. "Arquitectura es una carrera de resistencia, como el ciclismo. O te vas fundiendo, o vas sacando el curso. No es tanto de estudiar, sino de trabajo, trabajo y trabajo".

Dorleta cursa Magisterio. "Entré a la universidad como deportista de elite, y hago la carrera de forma semipresencial. Voy a clase un día o dos al mes. El resto, desde casa online. Aunque he aprobado todo, así tengo más tiempo para entrenar".

Así, con los maillots del Debabarrena y el de campeonas estatales como testigos, Irene y Dorleta comparten amista, pelotón y pasión. Las dos saben de la dificultad que entraña el ciclismo femenino, y lo ven con distinta mirada.