AYER fue un día de prisas. Primero, para coger la escapada, después para alcanzar la meta y, por último, como nos costó mucho llegar hasta Zalla, donde teníamos el hotel, debimos recibir masaje y cenar casi al trote. Al menos, permaneceremos en el mismo hotel hasta el sábado, lo cual se agradece para no andar todo el día con la maleta a cuestas.

Samuel está animado, y eso contagia al equipo. Pero para ánimos, los que teníamos la víspera en nuestro hotel de Puente la Reina. Al acabar la etapa de Lekunberri, supimos que estaba a punto de nacer Oihan Oroz Murillo, por lo que el bueno de Juanjo allá se fue, a apoyar a Iosune y a conocer a su hijo. Y, claro, a la vuelta del hospital, pagó el champán.

Probamos lo justo para el brindis, pero nos podríamos haber bebido cinco botellas cada uno, que ayer lo hubiéramos sudado en la etapa. Vaya calor, vaya sudada y vaya forma de beber agua. En mi caso fueron ocho bidones, y eso que no me eché agua encima, porque no me gusta.

En el coche del equipo, el termómetro marcó 32-33 grados. Es mucho calor, y además nos ha venido de golpe, lo que siempre se acusa más. Más de uno parecía que tenía prisa por llegar a meta, porque rodamos rapidísimo. Costó que saliera la fuga y cuando se hizo, al meterse en ella Niemiec y Garate, que estaban cerca en la general, RadioShack no les dejó abrir mucha ventaja a los siete escapados. Después, cuando se marcharon Bellotti, Moinard y Pineau, entraron en juego los intereses de Lampre (Gavazzi) y Rabobank (Freire) para buscar el primer final al sprint... e igual el único salvo que mañana se llegue en grupo a Zalla.

La volata la impidió Vinokourov, uno de esos ciclistas a los que si les dejas un metro no les ves. Rascó ocho segundos, que pueden ser buenos si aguanta en Arrate, pero el final le va mejor a otros. El kazajo aprovechó un repecho del que nos había alertado Iñaki Isasi, que conoce la zona. No puntuaba, y eso que pasamos algún puerto puntuable menos duro.

Hoy, en Arrate, el sitio clave para atacar está más claro. ¡Vamos, Samu!