Orihuela. Hasta agosto no ha confirmado la continuidad de su estructura. ¿Ha sudado?
Sí, pero ha llegado. Lo podemos asociar a la difícil situación de la esponsorización.
¿Por qué cuesta tanto conseguir un gran patrocinador en el ciclismo?
No es sólo en el ciclismo, es algo general. Cuando iba a hablar con Movistar me cruzaba con los de los barcos, con los de las motos… Todos vamos tocando puertas. Pero es cierto que el ciclismo ha acusado más el golpe, porque al margen de la crisis, ha pasado por una época, cuatro o cinco años, muy complicada, que hemos comenzado a remontar.
¿En qué lo nota?
La llegada de Movistar es la confirmación de que el ciclismo se empieza a concebir de otra manera. Refleja que este deporte comienza a inspirar confianza. En el desembarco de Movistar en el ciclismo hay un componente muy alto de querer echar una mano a este deporte.
¿Toca a su fin la travesía por el desierto?
Llega aire fresco. Y no es algo que lo diga yo. Es el sentir de los que estamos dentro del ciclismo, organizadores, compañeros, ciclistas… Se ha conseguido lo más difícil, que era que llegase una gran empresa como ésta. Ahora hay que dar motivos para que continúen. No podemos cometer errores. Si no lo hacemos, estoy convencido de lo que el ciclismo puede dar y generar.
Reynolds, Banesto, Caisse d"Epargne y Movistar. ¿Es el mismo equipo?
Probablemente el estilo sí, pero cada proyecto está adaptado a su tiempo. Hay una grandísima diferencia en otros apartados. Nuestro primer presupuesto era de 70.000 euros.
¿Añora tiempos más románticos?
En todo este tiempo no hemos hecho más que mejorar. Aunque me gustaría que este deporte evolucionase aún más porque en algunos aspectos es demasiado estático e inmovilista.
¿En qué aspectos?
A nivel de reglamentos, por ejemplo, necesita una actualización urgente. En el ciclismo los equipos son los que más han evolucionado, impulsados por los propios patrocinadores, que te exigen estar en primera línea. Los estilos y formas que empleaban los equipos hace 30 años, cuando empezaba yo, no tienen nada que ver.
¿El ciclismo es el deporte más anacrónico, más desvinculado a la modernidad?
No en todos los aspectos. El otro día se me acercó un hombre y me pidió que le firmara un póster del Reynolds de 1983. Yo aparecía jovencísimo. Me fijé también en las bicicletas y me dije: "Dios, cuánto hemos evolucionado". No en todo, claro. A veces me entran dudas de la conveniencia de tanto día de carrera. No es fácil hacer atractiva una competición que dura tres semanas.
¿Los ciclistas han cambiado?
He visto ciclistas que han acabado la temporada con 120 días de competición. Eso ahora es impensable. Hoy es más fácil llegar fresco a lo que corren. Eso también es evolución.
¿Y el carácter?
Nunca he dejado de ser un admirador de todos los ciclistas. Les sigo teniendo un enorme respeto. El ciclista profesional quizás tenga más valor en estos tiempos modernos en los que la vida nos brinda opciones mucho más cómodas que este deporte. Y, sin embargo, los tipos, en líneas generales, son gente sacrificada y honesta. La nobleza sigue siendo una de las condiciones ineludibles del ciclista. El ciclista es un tipo de persona.
Usted ha dicho alguna vez que echa en falta tiempos en los que su relación con el ciclista era más directa.
Tengo a veces la nostalgia de no tener algo más de tiempo para seguir compartiendo con ellos. Y quizás algún día, cuando me retire, sienta nostalgia de no contar con ciclistas como Txente (García Acosta). Cada vez quedan menos tipos como él. Ahora hay corredores que están encima de la bicicleta exclusivamente para querer ganar. Son chavales que no comprenden que ganar quieren ganar muchos, pero que poder sólo pueden unos privilegiados. Y así desperdician unas características que si las hubiesen puesto al servicio de las necesidades del equipo, habrían dado mucho más juego. Todos los líderes con los que ha coincidido han pedido a Txente a su lado. Yo les preguntaba: "¿A quién quieres?". Y ellos me respondían: Tú tráeme a Txente y el resto elígelos tú.
Esa cultura de equipo impregna sus equipos, desde el Reynolds.
Sí, y es un poco la consecuencia de haber tenido la suerte de tener patrocinadores potentes que han confiado en nosotros y líderes como Perico, Indurain, Olano, Zulle, Mancebo o Valverde que nos han permitido correr para apoyar a alguien.
El año que viene, sin embargo, no cuenta con una figura.
Quizás empiece la temporada sin un líder, pero puede que alguno de los corredores explote antes de que acabe el año y se convierta en figura.
Ahí está el ejemplo de Arroyo, segundo en el Giro.
A Arroyito le dimos un poco de libertad y casi da un susto a los italianos. Pero llevo muchos años acostumbrado a hacer un balance que no empieza por el número y el valor de los triunfos conseguidos.
Ha fichado a Beñat Intxausti.
Por ejemplo. A Beñat no le vamos a cargar con ninguna responsabilidad que no le corresponda, pero no cabe duda de que está capacitado para dar ese paso que pueda significar ser algo tranquilizador para el equipo.
Ha apostado fuerte por él.
Él se ha encargado de dar motivos para ello. Me gusta a la velocidad que va progresando. Da pasitos cada año, pero siempre para arriba. Poco a poco se tiene que ir educando para convertirse en una referencia en cierto tipo de carreras. Beñat es ya una garantía y tiene lo más tranquilizador: el talento. No he hablado con él, pero en la bicicleta los gestos son valores que dicen mucho. Me han sorprendido muchas cosas de él.
En la Vuelta Beñat no está donde se esperaba.
Beñat no ha explotado, le queda camino. Hay que ayudarle a crecer. Los ciclistas vascos soportan mucha presión y no es fácil aprender a convivir con eso. Anton, por ejemplo, ha tardado pero ha madurado mucho, ha evolucionado en el aspecto mental y en esta Vuelta va a confirmar todo lo que se esperaba de él. En eso, a Beñat sí que se le ve muy verde.