"Alberto es siempre exigente"
El italiano Giuseppe Martinelli, director del Astana, analiza la situación en la que se encuentra el Tour de Francia en vísperas de los Pirineos con Andy Schleck líder y Alberto Contador a 31 segundos. texto Alain Laiseka
EN 1998, Marco Pantani y Jan Ullrich, vencedor y vencido el día antes en la dantesca etapa de Les Deux Alpes, el infierno lluvioso, gélido y maldito del Galibier, libraron una maravillosa batalla en La Madeleine, puerto magno del Tour. El hercúleo germano, portentoso y bello animal, lanzó su obús contra el grácil italiano, el alado Marco, el amarillo saltarín, delicioso a lomos de la bestia, comodísimo, entronizado. Ullrich, tozudo, tiró y tiró hasta que entendió, muy arriba ya, cerquísima del cielo, que jamás soltaría al italiano. Se giró entonces, miró a Marco y firmó una rendición con condiciones. Renunció al Tour a cambio de la etapa y el podio.
Doce años después, la misma escena, el mismo lugar, otros dos colosos, Andy y Contador, que se miran, se parten la cara y, al rato, vuelven a mirarse, hablan y pactan una tregua para dejar el Tour reducido a la mínima expresión, a ellos mismos. Eso hacen. Eso consiguen al llegar el martes a Saint-Jean-de-Maurienne. "Yo siempre digo que de nada vale lo que se dice antes y después de la etapa, que lo que realmente cuenta es lo que los corredores, en la carretera, hablan y deciden. Si algo he aprendido en 20 años de director es que la palabra de los ciclistas es lo que realmente vale", traza Giuseppe Martinelli, director entonces de Pantani, "mi criatura", y ahora de Contador, el chico nuevo de alma vieja, el adalid del ciclismo enterrado, "el ciclismo vecchio que vimos en La Madeleine, el ciclismo que entienden dos hombres a los que necesitamos".
la mente del campeón
Contador está sereno
Asegura Martinelli que Contador está sereno. Que, seguro, llegó la tarde del martes a la intimidad de la habitación de su hotel en Aix-Les-Bains, el tapiz de los campos de golf, el hipódromo, miró la clasificación y se sentiría tranquilo y satisfecho con la situación en la que le colocan casi dos semanas de Tour, pisados los temibles adoquines, aplastados los Alpes. Ayer, incluso, recortó diez segundos a Andy Schleck. Perdió la etapa, pero se acercó un pasito al liderato del luxemburgués.
"Pero eso es lo que pienso yo, una persona normal que valora las cosas desde la normalidad. Por la mente de los campeones pasan otro tipo de cosas. Yo he convivido muchos años con ellos, con Pantani y muchos más, con Contador ahora, y no alcanzo a comprender cómo piensan. Son como los intelectuales, especiales. Marco tenía su forma peculiar de ser, como Alberto, que es siempre exigente. Por eso digo que quizás mi satisfacción por la situación en la que nos encontramos sea cierta rabia en Contador porque no tiene el amarillo. A los campeones no les gusta que nadie esté delante de ellos", teoriza el italiano.
la precaución
El Tour no es cosa de dos
Por el Tour pelean dos chavales cuya pedalada, cada una de ellas, es un pálpito; el aire que exhalan, una refrescante brisa. "Pero el Tour no es tan sencillo como dice ahora la gente", traza Martinelli. "¿Cosa de dos? No, no, olvídense. En el Tour de 1998, también vivimos una situación similar a ésta. El Tour era cosa de dos. De Pantani y de Ullrich. Ya. Pero resulta que yendo líderes hubo un día una fuga de 20 corredores que no podíamos controlar. Tirábamos y cogían más tiempo. Nos fundieron. Estuvimos a punto de perder el Tour", asegura prudente el director del Astana, quien matiza luego su temor, dice que ahora cuentan con un equipo poderoso, más que aquel Mercatone que abrazaba a Marco con cariño pero sin fuerza, y deja escapar una sonrisa maliciosa que es la satisfacción del plato frío de la venganza.
Es por el equipo. Lo explica orgulloso. "Todo el año hemos estado escuchando que nuestro equipo, el que rodea a Alberto, era frágil, que no tenía nivel y que ése sería su punto débil en el Tour. Y mira ahora, el equipo está rebosante de salud. Vino, Tiralongo? Y Navarro, que está increíble en la montaña, que tiene una condición física terrible y que a eso le ha sumado un golpe moral importante que le mantiene arriba, ya han visto todos cómo va". En ese momento pasa el chaval, saluda, sonríe, y dice que toda va bien, que recupera día a día pero que ya veremos en los Pirineos, "que son más duros". Se marcha con la misma sonrisa.
paciencia
El Tour no se gana en un día
A 31 segundos de Andy, a 31 segundos del amarillo. "Estamos donde queremos", concede Martinelli, que gira la vista a lo que viene detrás, Samuel, Menchov, Van den Broeck, Basso, Gesink? y dice que la distancia es buena, aunque no para despreciar a nadie porque eso sería una temeridad y un error imperdonable.
Y mientras en los corrillos del Tour se apuesta por el lugar exacto en el que Contador, que aún no ha atacado en la montaña -ayer, con Vino por delante, sólo saltó a por Joaquim Rodríguez-, se abalanzará sobre la yugular de Andy, el Port de Balés, dicen algunos, ah, en el Tourmalet, los místicos, el italiano lo niega todo, dice que es una estupidez pensar que el Tour se puede ganar con un ataque, en un solo día, y que lo mejor para Alberto no es vestirse de amarillo ni ayer en Mende, ni mañana en Ax3-Domaines, ni el lunes en Bagneres de Luchon, ni el martes en Pau, ni el jueves en el Tourmalet.
"Lo mejor", concreta, "es hacerlo el sábado en la crono de Burdeos. Cogemos el amarillo, nos metemos en el tren y nos vamos derechitos a París". Sería señal de que el exigente Alberto reina por tercera vez en la capital francesa.