Un Armstrong inédito
El tejano afronta por primera vez la montaña del Tour con la necesidad de voltear la clasificación. Ocupa la 14ª plaza en la general a 3"16" del líder y un minuto del pelotón de favoritos.
En los 70, Beattles, greñas, paz y amor: Hope we have a few guys who can survive every day. If we have different guys up there, we can go against single guys on other teams, that can be an advantage to us. Eddy Meckx y su equipo, el poderoso Molteni, se negaron a dormir una noche junto a todos los demás corredores del Tour en los barracones de una vieja escuela. Aquello no era digno del mejor ciclista de la historia. Cogieron las maletas y se pagaron de su bolsillo un lujoso hotel cercano, más acorde con la jerarquía del belga. El suceso llegó a oídos de Felix Levitan, que, enfurecido, se plantó de madrugada en el hotel, despertó a ciclistas y miembros del equipo, les hizo vestirse y les obligó a volver al barracón del colegio. El viernes por la tarde Andreas Kloden, Klodi, llegó al hotel después de 227 kilómetros, cinco horas y media de tunda bajo el sol, el aire de fuego, y al abrir la puerta de la habitación descubrió un agujero de paredes de un amarillo sucio, el suelo enmoquetado y una litera. El barracón de la mili. Los ciclistas son soldados rasos. "Guau, sólo guau. ¿Te lo crees? Esta es nuestra cama. Como puedes ver no somos futbolistas", le escribe en el Twitter a Armstrong, que durmió en esa litera, él que podría comprarse el hotel, o una cadena entera, si quisiera. El Tour no cambia, es inalterable su filosofía. Los forzados de la ruta. Cambian los ciclistas. Armstrong, por ejemplo, que envejece y en ese proceso de degradación experimente nuevas sensaciones en la carrera en la que avasalló desde 1999 a 2005.
Su regreso en 2009 le mostró la crudeza de la montaña; aprendió que el ímpetu de la juventud es imparable, que se puede perder. Pero incluso en la derrota manejó el Tour con soberbia. Ralentizó el paso en los Pirineos, estuvo a un milímetro de vestirse de amarillo y sólo la determinación de Contador, su inconformismo, la rebeldía instintiva de los campeones, y, claro, su superioridad y la de Andy, le desalojaron del trono. Dicen que Armstrong se agranda con los retos. Sobrevivió a un cáncer y luego ganó siete Tours consecutivos. ¿Por qué iba a ser imposible el octavo?
La respuesta es una imagen que publica L"Equipe Magazine, la revista de los fines de semana del diario parisino. En ella surge Armstrong de entre una nube de polvo en el sector adoquinado de Haveluy, el último antes de llegar a Arenberg en la etapa del miedo. El tejano tiene vendado el brazo derecho, las manos sobre las manetas del manillar, boquea, su rictus es de sufrimiento y, símbolo del paso del tiempo, está solo, completamente abandonado en la lucha heroica contra la derrota. La escena tiene un peso simbólico brutal porque el viejo Lance, menos fuerte pero igual de astuto, de perro, que cuando ganaba incompasible, claudica, irónicamente, en el único lugar, la carnicería del pavés, en el que Contador es vulnerable. Cuando llega la mina de Arenberg, hecho polvo, cubierto por las escamas de las piedras, reconoce: "El ciclismo es así. Algunas veces eres martillo y otras, clavo". Un discurso fatalista. Inédito en Armstrong.
Quemada la primera semana -"Cada sprint es una oportunidad perdida para Lance", dice Lelange, manager del BMC-, a las puertas de los Alpes Armstrong se enfrenta a una situación inédita. Jamás en sus ocho últimos Tours ha mirado a la montaña con la preocupación de ahora, con la necesidad de voltear una clasificación que le sitúa por detrás de Andy Schleck, Contador y Menchov, los tres mejores escaladores que él y más fuertes, lo que obliga al tejano a reinventarse, a reescribir su aparición en combate. No puede Armstrong saltar al cuadrilátero a pecho descubierto. Contador y Andy le destrozarían.
La receta de Bruyneel Johan Bruyneel, el director que ha ganado nueve de los últimos once Tours, resta hierro al asunto. "Lo que no se puede hacer ahora", razona, "es dejarse llevar por el pánico por 30 segundos o un minuto de pérdida. Hay que pensar una forma de recuperar ese tiempo". No hay una manera concreta. La carretera no es un campo de fútbol. "El ciclismo es imprevisible. A veces la oportunidad aparece donde no se espera. Lo primero que hay que hacer es estar ahí, siempre listos", dice el belga, que no considera la desventaja con Schleck y Contador -1:20 y 50 segundos, respectivamente- excesiva, "aunque me gustaría que fuese a la inversa", que no es irrecuperable, que los segundos del inicio del Tour serán minutadas en la montaña y que ellos no sólo tienen como gran baza a Armstrong, del que llegan noticias, pocas, sobre su fortaleza, sino que todo el equipo es "muy fuerte". Una roca.
"Los Alpes, Morzine y La Madeleine, serán importantes, pero se decide en los Pirineos. No importa lo que haya pasado las dos primeras semanas, basta con sobrevivir. Y nosotros tenemos ciclistas que pueden hacerlo día a día. Podemos luchar contra equipos que dependen de un solo ciclista. Eso puede ser una ventaja para nosotros", traza Bruyneel. Una trayectoria inédita para Armstrong en el Tour.