El 'comeback' de Matxin
El mánager basauritarra del Footon-Servetto regresa al Tour después de su precipitada salida en 2008, desde abajo, prácticamente de cero, sigue formando más ciclistas jóvenes.
En el prólogo, el drama, la espeluznante caída de Cardoso, el charco de sangre, los ojos ausentes del ciclista, su empecinamiento por volver a montarse en la bicicleta y acabar la etapa, algo imposible que no llega a ocurrir; en la segunda jornada, la polémica, la postura crítica con el plante de los corredores tras la caída masiva de Stockeu, su incomprensión ante la neutralización; en la tercera, la satisfacción personal de contemplar a Arkaitz Durán, el niño que subió directamente desde juveniles, alcanzar la madurez y codearse con los mejores sobre el pavés de la etapa más terrible del Tour. Drama, polémica y satisfacción. El Tour. El comeback de Joxean Fernández Matxin después de la precipitada y sonada despedida de 2008, después del positivo por CERA de Riccardo Riccó.
No lo ha borrado de su mente el basauritarra, aquello no, aquello queda para siempre. Es un fósil. Pero no pesa, no es un lastre ni un látigo con el que se fustiga. "Porque el recuerdo que tengo es el de ser protagonistas desagradables pero no el de ser fugitivos. Nadie nos echó ni nos escapamos. De hecho, cuando todo aquello estalló, tras la etapa, tomamos la dirección del hotel y fue luego cuando decidimos, tras hablarlo con la empresa, que era mejor dejar el Tour, pero yo siempre defendí que no teníamos por qué hacerlo, que no teníamos nada que esconder", dice el director del Footon de regreso al más potente de los focos del ciclismo. Iluminado por el sol del Tour, reflexiona Matxin sobre aquel exilio temporal, "dos años jodidos porque se juntó todo, la despedida de Saunier Duval, la búsqueda de nuevos patrocinadores, la pelea por correr, la incertidumbre de no saber dónde estarías al día siguiente…". Echó mano del orgullo el director vizcaino, el más poderoso de los intangibles para mantenerse en pie, para no claudicar.
"Hay momentos de bajón, muchos. Y noches sin dormir, y días tristes en los que pensaba acabar con todo y dejarlo. Pero luego me paraba a pensar y me decía que por qué iba a hacer eso, por qué iba a renunciar a algo que siempre había sido mi pasión y que lo seguía siendo", traza el basauritarra, que no niega que los palos en los dos últimos Tours que disputó con el Saunier Duval fueron gordísimos, pero que no se arrepiente de lo caminado. De nada, salvo "de haber permitido que Riccó corriese aquel Tour. Nunca debió hacerlo".
Matxin tuvo siempre un sueño que jamás ocultó y convirtió en su bandera, una bilbainada. "Tuve el sueño de crear el mejor equipo del mundo y creo que, al menos, lo conseguimos en cuanto a la repercusión. Luego, pasó lo que pasó y todo se vino abajo". En la caída libre al más oscuro de los avernos, en la lapidación incompasible -"creo que injusta y exagerada porque pagamos demasiado, más que ningún otro equipo antes", protesta- encontró, sin embargo, la verdad porque comprendió que toda la pompa que le rodeaba era voluble, de alquiler, como los trajes, como un paseo en un Ferrari. "Aprendes a apreciar a las personas que verdaderamente lo merecen y a detestar la ruindad de las que se mueven sólo por el interés". Fue fácil identificarlas. La mayoría huyeron; unos pocos se quedaron.
Construir ciclistas Se quedó Matxin y la pasión por el ciclismo, "que no consistía en ganar carreras, sino en construir ciclistas". "Después de todo lo que ha ocurrido me queda el orgullo de ver a ciclistas como Cobo o David de la Fuente ahí arriba, en equipos importantes, junto a los mejores del mundo. Me reconforta saber que se han formado junto a mí porque pienso entonces que tan mal no lo habré hecho. Ese placer no me lo quita nadie", concede sabedor de que ha estado cerca del descalabro y que ha parado el desplome en el límite, justo al inicio. Un nuevo amanecer. "Con todo lo sufrido, empezar de cero es algo ilusionante. Yo afronté las consecuencias y soy consciente de que todo lo que haga no me va a salir bien. Luego están las críticas, el deporte nacional. Todo el mundo lo practica. Es sencillo. Pero, ¿quién crea? ¿Quién construye? Pocos, claro. Porque es complicado y exige esfuerzo. Y además te expones constantemente a que te derriben. Lo digo porque me ha ocurrido", razona Matxin, que insiste en que ha pagado demasiado, "más que Riccó, por ejemplo, que él montó el jaleo y ya está corriendo sin problemas mientras nosotros seguimos aquí, peleando por cada metro".
Lo que siempre ha hecho, defiende, pero desde otro prisma porque se ha percatado de que hubo una época en la que le cegó la ambición y sólo anhelaba más y más, como los glotones, y olvidó detenerse a valorar lo que tenía. "Ahora me fijo más en las cosas y he comprendido que no eres quien dicen que eres, sino el que por la mañana está frente al espejo". A Matxin le mira cada mañana un joven basauritarra que trabaja en la ferretería.