"El Giro es del pueblo"
Angelo Zomegnan es el patrón del Giro, un hombre que comenzó cubriendo como periodista la carrera y desde 2004 intenta "convertirlo en el Giro del mundo". Con el verbo fácil, el de Desio evoca a Merckx, Coppi y Contador a la espera de un nueva 'maglia' rosa
dOnostia. Una tarde de invierno en París, año 1989, echaban en una pequeña sala cercana a los Campos Elíseos la película Nuovo Cinema Paradiso y Jacques Goddet, director del Tour entre 1936 a 1986 que había dejado como sentencia lapidaria aquel "Merckx el más notable, Coppi el más grande" en una entrevista realizada en el Palacio de París-Bercy, invitó al cine al periodista de La Gazzetta dello Sport, Angelo Zomegnan (Desio, Italia, 1955). Allí fueron los dos, la vieron y al acabar, el francés vaticinó: "Esta película ganará el Oscar". Así fue. A Zomegnan, director del Giro de Italia desde 2004, le fascinaba el nivel cultural que exhibía Goddet tanto como la creatividad de Vincenzo Torriani, l"unico patron, el santone del Giro desde 1949 hasta ese mismo año en el que se proyectó Nuovo Cinema Paradiso en un pequeña sala de París. Torriani, que falleció en 1996, sigue siendo la musa de Zomegnan. "Astuto, iluminado, un hombre de mucho garbo y de una genialidad extraordinaria. Goddet, Levitan... Fueron grandes patrones, pero el número uno fue Torriani", dice el director del Giro de Italia que arranca hoy en Amsterdam. Incluso le dejó un legado, un consejo: "Una vez me dijo que me atreviera a convertir cualquier cosa particular en especial".
La cuneta, los ciclistas, el Giro. Es la primera imagen que los italianos guardan de la infancia.
La bicicleta es el primer medio de transporte con el que una persona se llega a sentir independiente. Primero te permite conocer calles, luego ciudades, más tarde países... Hasta tal punto que el propio abuelo, el padre, considera importante que en la infancia de un hijo haya una bicicleta. El encanto de la bicicleta continuará para siempre. En mi caso fue sencillo, bastante normal, porque mi padre trabajaba en la fábrica de Bianchi, las bicicletas que llevaba Fausto Coppi. Estaba tan familiarizado con el mundo de la bicicleta que no llego a recordar cuál fue la primera vez que vi una carrera, que vi pasar a los ciclistas el Giro.
Lo vivió como niño, como cualquier italiano, y luego tuvo el privilegio de conocer sus entrañas como periodista.
Sí, en 1979, con la Gazzetta dello Sport. Cubrí 25 ediciones del Giro, hasta 2004. Guardo muchos recuerdos de aquella época. Pero no sólo era ciclismo. También cubrí los Juegos Olímpicos, el atletismo, el baloncesto, las motos... Conocí a muchos campeones. Son muchas historias.
¿Recuerda alguna del Giro?
Recuerdo a los campeones. A todos. Merckx, Hinault, Indurain... Obviamente, Merckx se ha convertido en el más grande de la historia. Sobre todo desde el punto de vista de la preparación. Lo ganaba todo. No ha habido otro ciclista igual. Se puede discutir sobre ello, pero nadie ha logrado lo que él. Luego estaba Indurain. Miguel era una certeza aritmética. Si había una crono antes de la montaña, el Giro, el Tour, cualquier carrera que corriera era de Indurain. Era imbatible contra el crono. Y pese a ello, su primera gran impronta la dejó en la montaña, en aquella etapa del Tour cuando se marchó con Chiappucci en los Pirineos -habla de la etapa de Val Louron del Tour de 1990 en la que Miguel vistió su primer maillot amarillo-. Indurain era formidable, un campeón amable, tranquilo, sereno.
Este año se cumplen 70 de la primera victoria de Coppi en el Giro y 50 de su muerte. Usted habla de que Merckx fue el más grande de la historia, pero nadie ha levantado tanta pasión como Coppi.
Fausto se convirtió en un campeón especial porque fue un hombre particular. En una Italia apegada al conservadurismo él era un progresista declarado. Su condición humana, su visión del amor, su relación con la Dama Biancha fuera del matrimonio, lo que le obligó a que su hijo naciera en Argentina, en Buenos Aires, hace 55 años... Todo eso era Coppi. Su condición humana junto a la historia deportiva, junto al campeón, le transformaron en una leyenda. Esa era la gran diferencia con los demás. Él era un hombre controvertido que corrió en bicicleta y vivió de una forma tan particular que dividió a la gente. Estaba Gino Bartali, la figura de los conservadores, por una parte, y Coppi, el progresista por la otra. Fue una época inolvidable.
¿Dice que como ciclista no fue el más grande?
La leyenda de Coppi es más grande, pero Merckx fue más fuerte. Ya lo dijo Jacques Goddet: Merckx el más notable, Coppi el más grande. Aunque eso tiene matices, porque de 1941 a 1945 la guerra -la II Guerra Mundial- paró el ciclismo y Coppi, tampoco Bartali, no corrió. Fueron cinco temporadas en las que pudo ganar más cosas. Por ejemplo, en lugar de dos Tours pudo haber ganado siete, algún Mundial más... Pero todo eso es hipotético, jamás sabremos lo que hubiera pasado y la historia no se puede reescribir.
¿Usted soñó alguna vez con ser patrón del Giro de Italia?
No, no, yo soñaba otras cosas pero no esto. De todas formas, me considero un privilegiado. Ten en cuenta que cuando era periodista si hubiera tenido que elegir entre ser director de un periódico o director del Giro, no lo habría dudado. Me habría decantado por lo que soy, director del Giro, claro. ¿Por qué? Es sencillo: director del Giro sólo hay uno y directores de periódicos 150. A Prudhomme, a Guillén y a mí nos dieron la oportunidad de convertir en oficio un hobby.
Cougnet, Torrianni y Castellano son los tres directores del Giro anteriores a usted. ¿Ha heredado algo de ellos?
No es cuestión de parecerse. Cada uno tiene su forma de trabajar. Pero creo que Vincenzo Torriani fue especial. Fue el número uno incluso comparándolo con Goddet y Levitan porque hizo cosas de una genialidad extraordinaria. Cosas que nadie había hecho hasta ese momento. Inventó la crono por equipos, la cronoescalada, hizo que la ambulancia siguiera la carrera... Y consiguió llevar el Giro a Venecia, un lugar en el que sólo se podía caminar, y de un día para otro, logró que los ciclistas pasaran por la Plaza San Marcos. Aquello fue legendario.
¿Y Castellano?
Sinceramente, el hombre en el que hay que inspirarse es Torriani.
¿Le dio algún consejo?
Que me atreviera a convertir cualquier cosa particular en especial.
¿El Giro es pasión, es un negocio?
Es todo. Es una mezcla explosiva de pasión, de cultura, costumbres, deporte, internacionalización, de grandes cosas que han llevado al Giro a tocar todos los puntos de Italia, de la península. Y todo eso es útil para promover el turismo.
El Giro, dicen, no es la mejor carrera, pero sí la más hermosa. ¿Por qué es diferente?
Porque se mueve en un contexto muy particular, con un paisaje muy bello, que da más oportunidades que, por ejemplo, Francia o España. Y porque en Italia existe una pasión que no se da en otro lugar. El Giro lo siguen siete millones de personas cada año. Es como llenar cien estadios de San Siro. Es el amor de la gente lo que mueve el Giro, su pasión. El Giro es del pueblo.
¿La pasión es lo que diferencia el ciclismo italiano?
La pasión, la pasión... La pasión de los italianos no se encuentra en ningún otro lugar del mundo.
Lleva usted seis años como director del Giro. ¿Cuál es su mayor logro?
Que Armstrong corriese el Giro del Centenario, pero son tantas cosas las que he vivido y de las que estoy orgulloso... Lo de Armstrong, la crono final de Roma -2009-, la salida de Venecia, haber tocado todas las ciudades de Italia, haber contribuido a celebrar el centenario, haber tenido a Contador...
Usted admira a Contador.
Sí, y creo que pronto volverá al Giro. Alberto es un ciclista que me gusta. Es uno de los que cuando parte del grupo, llega. Es extraordinario.
Dicen que Alberto es un ciclista viejo, como los de antes.
Sí, puede ser, pero su ventaja es que ha visto correr a Merckx, Hinault… y ha podido aprender de ellos. Tiene toda la clase para convertirse en un campeonissimo. En extrema síntesis, Alberto se está convirtiendo en un grande a pesar de las dificultades. Esa es una de las características principales de los grandes campeones.
Usted llegó a la dirección del Giro en 2004, el año en el que murió Pantani.
Fue un golpe tremendo para el Giro, para Italia, para el ciclismo. Un hombre como Pantani es lo que le hace falta en estos momentos al ciclismo, un escalador que enamore como lo hacía él.