El otro día escuchaba la noticia de la identificación de dos jóvenes (uno de ellos hijo de una alcaldesa del PP) que habían quemado una sede del PSOE en Santander. Después oía a la madre emocionada pidiendo perdón por lo que su hijo había hecho y responsabilizando de lo ocurrido al ambiente político que estamos viviendo. 

Tiene razón. El ambiente en la política es de lo más rastrero. Nunca he visto tan poca calidad de discursos, de mensajes y de “estrategias políticas” como ahora. Pero me parecería injusto, muy injusto, generalizar: no todos los políticos están destrozando la política, no todos renuncian a las buenas prácticas y el buen hacer para terminar imitando formas y contenidos de barra de bar tras muchas cañas encima; incluso, muchos, renuncian a la difusión del bulo como herramienta de desgaste del adversario.

Y viendo lo ocurrido en Santander con la sede del PSOE, me viene a la memoria un gravísimo hecho que aconteció en Portugalete el 25 de abril de 1987. Entonces no fueron jóvenes de la extrema derecha quienes tiraron los cócteles incendiarios, sino que fueron jóvenes de la kale borroka, concretamente, los pertenecientes al grupo Mendeku (Venganza). Aquel día abrasaron a muchas de las personas y dos de ellas, Maite Torrano y Félix Peña, murieron (bueno, fueron asesinadas). Desde entonces, Maite y Félix forman parte del enorme listado de víctimas del terrorismo, como no podía ser de otra manera. Seguro que Santiago Abascal lo recuerda.

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Desde 2023, más de 150 sedes del PSOE han sido atacadas de manera similar, y yo me pregunto si se está esperando a que, jugando con fuego, se termine por asesinar a una persona para considerar el mismo delito por un mismo hecho; esto es, considerar estos ataques como terrorismo. 

Sinceramente, no es esto lo que me pide el cuerpo, pero si no se toman medidas serias desde “el principio”, puede ocurrir que los protagonistas de estos actos terminen cogiéndole el gusto y apretando un poco más cada día para terminar repitiendo el Portugalete de 1987.

Algunos de los políticos incendiarios y, es posible, que algunos influencers de extrema derecha conozcan lo que ocurrió en Portugalete y en toda Euskal Herria durante más de 50 años. A pesar de ello, no tienen reparos en alimentar el uso de la violencia contra el adversario político. A mí me volverán a tener enfrente. 

Animo a la ciudadanía democrática a ser intransigente con la intransigencia, a no ser sus cómplices pasivos como lo fuimos durante muchos años con ETA, porque, si no nos oponemos, de alguna manera lo estamos aceptando.