Soy vecino de Lapice (Elizatxo, zona 16 de OTA) y como muchos de mis vecinos, nos quedamos perplejos cuando se anunció la implantación de la OTA en nuestro barrio. No porque estemos en contra de organizar el aparcamiento –eso suena hasta bien–, sino porque, tal como se ha hecho, parece más una carrera de obstáculos para los residentes que una solución real al problema.

Vivimos en un barrio donde la mayoría de los edificios son antiguos y no tienen garajes. Es decir, aparcar en la calle no es una opción: es la única opción. Pero ahora resulta que ni eso. Y lo más absurdo: se nos permite solo una tarjeta de residente por vivienda. ¡Una! Como si en cada casa solo hubiera un coche. Con trabajos en diferentes horarios, recados, niños con actividades, abuelos, perros, gatos y lo que venga... ¿De verdad una sola tarjeta cubre la realidad de las familias actuales?

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Porque, seamos realistas: no todo el mundo puede comprarse un garaje (si es que hay alguno disponible) y no todo el mundo puede prescindir del coche, como personas mayores o con discapacidades de movilidad (sobre todo cuando, de momento, por la zona alta del barrio no pasa ni el autobús de Harry Potter).

Así que una segunda tarjeta de residente no sería un capricho, sería una necesidad básica para muchas familias. No pedimos milagros, solo un poco de sentido común: una OTA pensada para facilitar la vida, no para convertir el aparcamiento en un deporte extremo. Y si encima conseguimos aparcar cerca de casa sin estrés, igual hasta nos volvemos más simpáticos. Esperamos que cuando el Ayuntamiento dice que “estudiará la posibilidad de una segunda tarjeta por domicilio”, no sea una forma elegante de decir que lo va a dejar en un cajón… hasta que se nos pase el enfado.