Ya iniciado el mes de febrero de 2025, tenemos que concluir que la situación para los demócratas venezolanos es mala. El presidente constitucional Edmundo González sigue de gira por América y, de momento, no ha regresado a su exilio en España, pero las señales de los últimos días son negativas para la causa de la democracia y la libertad en Venezuela.

En primer lugar, el régimen activó el día 27 la maquinaria, dizque electoral, para convocar elecciones Legislativas y Regionales para el 27 de abril, con el claro propósito de dividir a la oposición institucional. Y ya pudimos ver al día siguiente a los gobernadores de Barinas (Sergio Garrido) y Zulia (Manuel Rosales) asistiendo al Consejo Federal de Gobierno y dando la mano al dictador Maduro. Si bien hay una clara ruptura generacional entre quien apoya al Comando con Venezuela y a María Corina Machado con respecto a aquellos políticos, que son hijos de la Cuarta República, no deja de ser un factor de distorsión y confusión para algunos ciudadanos.

El segundo factor es la represión: el régimen libera a presos de bajo perfil, y hoy se calcula que el número de encarcelados por motivos políticos ronda las 1.500 personas. Sin embargo, sigue aplicando el terror sobre dirigentes políticos y sus familias. El viernes 31, sin ir más lejos, ante la no presencia del coordinador de Vente Venezuela en el Estado Bolívar, Douglas Rodríguez, el SEBIN optó por detener a su suegra de 80 años con varias patologías. Casos como este son el pan de cada día entre los activistas prodemocráticos. Cabe recordar que dirigentes políticos de primer nivel como Freddy Superlano, Biagio Pilieri, Perkins Rocha o Enrique Márquez están presos en este momento.

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Y el tercer elemento negativo, indudablemente, es la actitud de la administración Trump de los Estados Unidos. Con independencia de la retórica más o menos gruesa que este utilice contra el régimen, lo cierto es que el viernes 31 envió a un representante presidencial, Richard Grenell, para negociar con Nicolás Maduro las deportaciones de inmigrantes irregulares. Este hecho supone un reconocimiento de facto del dictador e implica un balón de oxígeno para este.

La inercia actual hace ser poco optimista porque la comunidad internacional no ha sido capaz de presionar lo suficiente, ni en la Organización de Estados Americanos (OEA) ni de la Unión Europea (UE). Queda seguir denunciando con insistencia los constantes atropellos que se perpetran a los Derechos Humanos todos los días, denunciar la participación de opositores en las elecciones fraudulentas del 27 de abril porque perpetúan la narrativa del régimen y cerrar filas con María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, con el objetivo de que se cumpla lo que el pueblo venezolano reclamó el 28 de julio de 2024.

Hablar de realismo jurídico hoy es traicionar a los millones de personas que apostaron por un cambio. Venezuela puede y debe ser una democracia occidental, porque esa es la voluntad de los venezolanos. Y la actitud de apoyo a esa voluntad es la que tenemos que asumir todos los demócratas del mundo, sin ambigüedades.