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Escribir a mano

¿Seremos capaces de integrar la creatividad y la imaginación humanas con los avances tecnológicos, o permitiremos que la dependencia total de la IA anule estas capacidades?

Escribir a mano

Desde hace 5.500 años, el ser humano comenzó a escribir a mano, una habilidad que ha dejado una huella imborrable en nuestra historia. Los beneficios de esta práctica son evidentes: mejora la memoria y el aprendizaje, estimula la creatividad, desarrolla la motricidad fina, reduce el estrés, refuerza la atención y fortalece el vínculo emocional. Además, la escritura manual refleja nuestra personalidad, siendo útil en estudios psicológicos y análisis de conducta. Sin embargo, en un mundo dominado por pantallas, esta habilidad está desapareciendo. Más allá del periodo de formación educativa, ha sido sustituida por teclados y dispositivos electrónicos tanto en el ámbito laboral como en el personal. La desaparición de las cartas escritas a mano, por ejemplo, no solo limita la expresión personal, sino que ha relegado a los buzones al uso exclusivo de propaganda o notificaciones oficiales.

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Nos encontramos ante un dilema. Por un lado, la IA promete ser una herramienta que nos facilita la vida y potencia nuestra productividad. Por otro lado, existe el riesgo de que el abuso de esta tecnología nos lleve a perder habilidades fundamentales como la escritura manual, con todas las ventajas que conlleva.

La gran pregunta del siglo XXI es si podremos encontrar un equilibrio. ¿Seremos capaces de integrar la creatividad y la imaginación humanas con los avances tecnológicos, o permitiremos que la dependencia total de la IA anule estas capacidades? La escritura manual no debe ser vista como algo anticuado, sino como una práctica que nutre nuestra humanidad. Preservarla no implica rechazar la innovación, sino valorar aquello que nos conecta con nuestra esencia. Quizás el verdadero desafío sea aprender a convivir con la tecnología sin olvidar lo que nos define como seres humanos.