Expertas y expertos en inocentadas son los políticos de turno, sean del signo que sean, nos avanzan la consecución de éxitos, de triunfos, victorias, mientras que la realidad son fracasos, revés y caídas. El pesimismo institucional, así como la desconfianza defensiva hacia la política, perjudican también nuestra convivencia, pues lo que promueven es la aparición de políticos y políticas oportunistas.

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Es realmente difícil evaluar el desempeño exitoso de un gobierno nacional o autonómico cuando los medios de comunicación, el discurso académico sobre la política y la gobernabilidad están saturados con relatos de deficiencias, corruptelas y fracasos. Entre nosotros tanto el éxito político como su contracara, el fracaso político, son cada vez menos cuestiones de hecho y cada vez más un asunto de percepciones, valores e intereses; cuando algo como esto sucede, nuestras elecciones comienzan a perder sentido.

A día de hoy, debemos, pues, estar abiertos a nuevas formas de pensar y hacer el esfuerzo por refinar nuestros métodos rudimentarios para evaluar a políticos y políticas, empezando por admitir que el debate nunca estará cerrado y concluido con la certeza de que los políticos “gobiernen o no” lo hacen todo perfecto o, con la certeza contraria, de que todo lo que se mueve alrededor de la política huele a corrupción, a mediocridad y a ineficiencia.

No es una inocentada, solamente es una forma diferente de pensar y admitir que la política esta trastornada y necesita un reciclaje y pensar: ¿Dónde radica el éxito? ¿En el líder por sus habilidades especiales? ¿En el mensaje por su fuerza comunicativa? ¿En los medios capaces de influir en las personas? o quizás en todo, en función de la cultura política de la sociedad donde se interactúa.