Aunque estemos cerca del invierno y el otoño va dando paso al frío y a más oscuridad, necesitamos más luz, no sólo la artificial sino la que contagia calor emocional y social. Es importante no apagar la esperanza en el corazón de nadie. Sería un acto cruel. Traicionar la esperanza de alguien es algo gravísimo. “Si ayudo a una persona a tener esperanza, no habré vivido en vano” (Martin Luther King). Ayudar a los otros a tener esperanza es una noble tarea. Y a ella dedicó generosamente toda su vida el célebre pastor baptista norteamericano. Su lucha no violenta, constante y tenaz, a favor de los derechos humanos de la población negra suscitó en muchas personas abatidas la esperanza humana. Recuerdo una canción preciosa de aquel grupo pasaitarra (Oskarbi): “Esperantzari leiho bat zabaldu omen diote”–Abrir una ventana a la esperanza–. Todos en la vida podemos comenzar de nuevo y proponemos nuevas metas. La esperanza no tiene fronteras, sino que abre siempre amplios horizontes de autorrealización. La edad de una persona no debe ser un obstáculo para emprender nuevas iniciativas. Nunca es tarde para emprender con ilusión un nuevo proyecto e intentar realizarlo.
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