Una de las características del mundo actual son las guerras. Hace tiempo que no existían tantos frentes abiertos en duración e intensidad. A ello se le suma el riesgo de nuevos escenarios bélicos. Rusia tiene una economía de guerra incapaz de producir el armamento necesario para vencer a Ucrania, precisando de la ayuda de Corea del Norte e Irán. Israel está regionalizando la guerra contra Irán y sus satélites. China sigue jugando al gato y al ratón con Taiwán mediante maniobras cada vez más intimidatorias. Casi todos los países del planeta han incrementado sus gastos de defensa. Sin policías mundiales que controlen los actuales y futuros escenarios bélicos, es difícil el retorno a la paz y al desarrollo económico y social mundial.
El cambio climático es el otro agente que está colaborando en la creación de un mundo con más desplazados y refugiados, generando amplias bolsas de pobreza, desigualdad y vulnerabilidad. Aun sin guerra, en nuestro país estos factores son reflejo de una globalización que produce lo contrario al desarrollo del ser humano. Las similitudes con el pasado siglo son cada vez más notorias y previsibles. La globalización presenta dos caras: una con el aumento en comunicación, tecnología y comercio; mientras que la cara B muestra un escenario de frentes bélicos, migraciones y vulnerabilidad. Los beneficios de la globalización no son iguales para todos los habitantes del planeta.
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