A la masa no le interesa la calidad de la información, se limita a lo trivial, el famoseo o deporte a presión, pues se da por sentado que relata en beneficio de las grandes cadenas a base de fake news con la intención de manipularla, sea o no veraz, eso es secundario.
Se demanda basura, sucesos trágicos o acontecimientos que provoquen sensación “adecuadamente redactada”.
El periodista del común es carne de cañón, pues se le acusa de propagar bulos.
Realmente la sociedad moderna ignora que la libertad, la democracia y la solidaridad popular son el resultado de la colaboración, entre otros factores, de la información arriesgada y mal pagada, de la vocación y profesionalidad de estos “buscadores de noticias”, muchos de ellos procesados que arriesgan su integridad física en guerras porque se les considera parte de la estrategia militar y objetivo a combatir.
Muchos mueren, otros están presos, mientras sus gobiernos miran a otro lado.
En lo profesional, tienen salarios humillantes y la calidad de sus empleos es tercermundista, pues es frecuente que no cobren porque sus patronos desaparecen.
No son comparables con el periodismo de salón, que son los opinion makers de las tertulias de los grandes medios que negocian con los políticos y financieros las noticias que favorecen a quien interesa.
“Quien tiene la información tiene el poder”, pero es el periodista de base quien tiene que buscar la noticia, verificarla para no caer en la garras de los jueces estrella que encarcelan en Polonia desde hace dos años a un periodista vasco, sin juicio, sólo por hablar ruso.
Por eso hay que defender al periodismo que sustentan profesionales que arriesgan la vida porque denuncian la corrupción de evasores “patriotas” instalados en paraísos fiscales y que, paradójicamente, son propietarios ocultos de medios que dan empleo a honestos periodistas censurados por sus directores para que no denuncien a sus amos.
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