El kurrusko es la tetilla del pan, el principio, el pellizco primero, el corazón en la mitad y seco el final; abierto, el corazón y la arquitectura del pan. Cuánto hambre ha quitado el bendito pan, pan de pueblo, pan de casa, amasado por la manos de la madre y las manos encogidas de la abuela, bendito pan, base del sustento familiar, de los trabajadores del campo, de los niños en la escuela y la merienda con mostillo. Pan único, de harina de verdad. Pan.

Me gusta más soñar la vida que vivirla, decía Landero y le doy toda la razón, porque hasta el pan sabe mejor recordarlo, inventarlo que comerlo, pellizcarlo y salivarlo; más ahora que tienes de tantas clases, formas y combinaciones que marean y se comen sin hambre. Bocadillo eterno, bocadillo infinito. Ahora mismo podía servir de arma de paz indestructible. Si se usa para invadir, rodear todas las embajadas del mundo de Israel vestidos del uniforme de la ONU con una lata de sardinas en el bolsillo y un botellín de agua, porque hay que resistir gritando a voz en pecho: Gaza, genocidio.

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