Durante muchos años he procurado separar las palabras “sionismo” y “judío” en la medida en que una cosa es formar parte de un pueblo, de una comunidad unida por la historia, la cultura, las costumbres y la religión, y otra muy distinta ser actor activo de una ocupación de Palestina que día a día profundiza en un colonialismo criminal que roba territorios y derechos.

Tras la matanza premeditada que acaba de ocurrir en Gaza, cuando cientos de personas trataban de acceder a un camión con alimentos, pienso que no me queda más remedio que matizar mi posición de siempre. ¿Por qué el pueblo judío, sobre todo el que es parte de Israel, no protesta contra quien mata en su nombre? ¿Por qué la población judía de Israel no levanta su voz y condena al gobierno ultraderechista de Tel Aviv? ¿Será que una parte de los judíos es cómplice de un genocidio que pasará a la historia con una huella imborrable como lo fue el Holocausto?

Cada día es más difícil separar las dos palabras. Es un hecho cierto que en toda Europa se extiende un rechazo a todo lo judío. Es una mala señal que puede convertirse en odio, o cuando menos sospecha de que ejerce una cooperación necesaria.

Seguiré afirmando, a pesar de todo, que el sionismo encarna al ocupante y colonizador. Encarna a quien hoy reprime y mata a todo un pueblo. Ojalá pronto veamos levantarse contra el genocidio a millones de judíos que griten a Netanyahu “No en mi nombre”.

Entonces la paz entre dos pueblos, ambos semitas, y dos Estados estará más cerca.

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