El nuevo superministro de todo se ha dado un baño de populismo porque ha aplicado con su ingenio característico su acreditada “ley del embudo”. Ésta consiste en dialogar con los catalanes de todo lo que se tercie, pero sin traspasar las líneas rojas que marcan los límites de la Constitución, que son por definición innegociables. Hay que puntualizar que el sentido de la libertad y la democracia asegura que la negociación con Junts se negocia “parí passu”. Por tanto, que nadie dominaría a nadie. Esa fue la condición que el “prófugo de la justicia”, Puigdemont, puso como condición para otorgar sus votos para la investidura de Sanchez. Un brindis al sol, pues una vez nombrado presidente era de esperar que Bolaños empezaría a vacilar a los de Junts. Aparte de la ley de amnistía, que requería su previa presentación en las Cortes, anunciar previamente el traspaso de Rodalies, promesas de financiación de la Generalitat y otros temas de impacto, la condición esencial de Junts es la negociación de un referéndum de independencia, ante el cual Bolaños ya ha invocado el latiguillo de “las líneas rojas imposibles de traspasar porque lo impide la Constitución”. Aquí opera la dialéctica perversa de don Félix, pues en las condiciones para la cesión de sus votos, estaba negociar el referéndum, que fue asumido por ambas partes. Si no, no hubieran apoyado a Sanchez. Ahora se impone la parte más fuerte a la hora de negociar, pues las líneas rojas sólo las puede imponer un Estado procaz como España, aunque también puede invocar que son líneas rojas  Catalunya, pero en sentido opuesto, de manera que si no entraba en los asuntos a negociar el referéndum, Sanchez no sería presidente. En eso Puigdemont fue categórico y soportó estoicamente la presión vergonzosa de la prensa española cautiva y los caramelos envueltos en papeles de colores de los traspasos y concesiones a la Generalitat, asuntos que para Catalunya eran secundarios, pues las líneas rojas de Bolaños, después de tener el voto en el bolsillo le permitían jugar con las palabras entre sonrisas irónicas y la habitual actitud prevalente española, lo que evidencia que  la negociación era “primus inter pares”. Hau da koska, Bolaños jauna.

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