Dentro de unos días, nos envolverán con promesas que nos dejaran confusos, porque nos sonarán de antes. Este es el momento en que debemos pensar en prepararnos para no cegarnos con tantas mieles. Una buena herramienta es echar un vistazo a cuatro años atrás y ver los programas que se nos presentaron y cuál ha sido su desarrollo; a qué se comprometieron y qué han hecho, qué es lo que no han hecho de lo prometido y qué han hecho con lo que no mencionaron pero que se ha llevado a cabo, saltándose consultas populares, o ignorando la participación ciudadana previa a la toma de decisiones. La importancia está sobre todo en los que ganaron pero no debemos perder de vista tampoco a la oposición. Tenemos la obligación de analizar, de tener criterio a la hora de votar. Algunos vemos la brecha, la enorme brecha, entre barrios. Vemos barrios distorsionados por una desordenación insensata que no ha tenido en cuenta el sentir de los vecindarios. Vemos el Distrito Este, que no funciona como debiera porque la representación política mantiene una posición de filtro más que la de dar impulso a la participación popular, que tiene en la junta su propio papel. Vemos un turismo que se nos presenta como el salvador de nuestra economía y nos dice que sin él no somos nada. Desde ahí cualquier sacrificio, por grande que sea, está justificado. En cuanto a sacrificios, no hay más que ver el vídeo que se ha hecho desde la asociación de vecinos de Alde Zaharrean. Se cierra así toda oportunidad hacia otras salidas y oportunidades económicas consensuadas con muchos sectores de esta ciudad, que tienen ideas, capacidades y preparación. Tenemos asuntos pendientes y muy importantes para el futuro de la ciudad: Manteo, Otis, Loiola, entre otros. Estamos hablando de una ciudad actual, dinámica, moderna, que debe respetar los diferentes desarrollos sociales que tiene porque, de una punta a la otra, nadie es más que nadie y analizar nuestro presente con un criterio crítico, constructivo pero sin titubeos, no sólo es conveniente si no que es la mejor manera de hacer ciudad. Creerse casi lo mejor del mundo es cerrar los ojos a nuestras miserias que, como la belleza, también están ahí.
