A la ladera del monte sobre las casas de San Juan le han talado los árboles desde la base. El terreno, de pendiente considerable, ha quedado desnudo de toda vegetación y con un aspecto que no da impresión de estabilidad. También al encantador paseo que recorría la ladera sobre las casas le falta ahora la sombra que lo hacía tan agradable y que posibilitaba una preciosa vista de los tejados enmarcados por encima por el follaje. Ahora discurre como un vulgar camino de monte. Pero, sobre todo, los árboles servían como telón de fondo para las casas, constituyendo un elemento estético indispensable. Son muchos los tocones que aún pueden verse en el terreno, testimonio de la gran cantidad de árboles desaparecidos, y es evidente que se tiene que poner remedio de alguna manera al desolador panorama y a un problema de estabilidad que, a mi parecer, se ha creado donde no lo había. No encuentro otra explicación a esta intervención que, con el pretexto de protección, se da rienda suelta a una apreciación negativa de los árboles en general y de la sombra que nos aportan; los de porte mediano, como en este caso, son víctimas más fáciles. También vemos en Donostia que son bastantes los árboles de gran tamaño que han sido talados en parques, paseos y junto a viviendas residenciales, dejando un corte absolutamente sano en el tocón. También, como sabemos, las nuevas urbanizaciones no dejan espacio en sus calles y plazas para los árboles, incumpliendo la cuota obligatoria por superficie edificada.