El transeúnte va paseando y al toparse con el letrero toma sus precauciones por la cuenta que le trae. De repente se pregunta si el aviso no debería tener como destinatarios a la cuadrilla de operarios que, confiados, trabajan en el tajo. Nos hemos acostumbrado a leer noticias acerca de accidentes laborales con resultado de muerte, la inmensa mayoría en el sector de la construcción. No sé si las estadísticas nos dicen que la ratio de percances son los llamados inevitables gajes del oficio. ¿Qué se puede hacer para rebajar en lo posible ese infamante goteo de muertes?
A buen seguro que confluyen diversos factores: exceso de subcontratas con personal no cualificado y que trabajan en condiciones precarias con unos equipos de seguridad manifiestamente mejorables, inspecciones de trabajo laxas y muy espaciadas en el tiempo, exceso de confianza en algunos trabajadores que se muestran reacios a llevar arneses, plazos de ejecución de obra más cortos de lo que sería razonable, etc. Resulta triste y desolador que gente que se está ganando el pan, que lo único que desea es mantener a su familia, perezca en el intento y a trabajador muerto o gravemente herido, trabajador puesto. La autoridad laboral, los empresarios y los sindicatos deben aunar esfuerzos para luchar contra esa lacra como objetivo común y prioritario.
Las elecciones están a la vista y el paseante se pregunta si en los programas electorales figura la siniestralidad laboral o es algo que no les atañe. Recuerdo una campaña cuyo lema era Trabaje pero seguro. Algo se debe hacer, nos concierne a todos, máxime si formamos parte de eso que llaman el primer mundo. Ir a trabajar no debería ser como ir a la guerra, salvo por el casco.
