Los jueces españoles que han desacreditado la justicia con sus originales sentencias y que ven con furor que son revocadas en tribunales europeos, parece que tienen la pasión por dar alas a sus fantasías propias de seres superiores cuando cambian para realizar funciones que les aportan ese plus de protagonismo que parece que, junto a la asistencia del Espíritu Santo se les imprime al ser nombrados jueces. Unas veces como miembros de tertulias televisivas, otras desarrollando funciones en el sector público otras misiones que nada tienen que ver con su preparación profesional, lo que a veces provoca situaciones que les obligan a abandonar por su excesivo rigor legalista. Son los casos rocambolescos de Marchena, que fue nombrado Presidente del CGPJ antes de constituirse teniendo que reconocer públicamente el ridículo. Marlaska: sus sentencias han sido revocadas en tribunales europeos por no tramitar las denuncias de torturas de presos vascos. Le valió el premio de ser nombrado ministro del Interior. El orondo Luis Ángel Garrido, que a sus conocimientos de derecho añade los profundos de medicina, pues en una tertulia ridiculizó a expertos virólogos. Historias llenas de originalidad en las que son protagonistas jueces incompetentes como Llarena o Baltasar Garzón que descubrió el GAL en venganza porque Felipe González no le nombró ministro.