Era la crónica de una muerte anunciada. La lógica suele resultar indefectíblemente machacona. Tragedia aparte, lo realmente ominoso ha sido, una vez más, la ruin comercialización del dolor ajeno, que alcanzó su punto álgido el domingo cuando una cadena televisiva organizó un monográfico especial donde se repitieron una y mil veces , tanto las sobrecogedoras escenas de sus padres suplicando información durante los trece días que ha durado su vía crucis, como las de su presunta asesina, más fría que un témpano. Triste, todo muy triste y mezquino. Descansa en paz, Gabriel.
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