Parecía que la gestión de la RGI había enderezado su rumbo, pero no es así. Nuevos casos de fraude de elevadas cantidades están saliendo a la luz. Es una evidencia que la flamante unidad antifraude no funciona. Para cubrirse, insistieron en que la fraudulencia no alcanzaba el 0,3%, y es obvio que mintieron. Cifras más cercanas a la realidad han destapado (de momento), varios agujeros que suman más de 300.000 euros (unos 50 millones de pesetas). Es un hecho que los pagos indebidos, las falsificaciones, suplantaciones, etc. siguen funcionando a tope, y no son capaces de erradicarlo. No hace mucho, y al son de trompetería, anunciaron un paquete de medidas que liberaría la RGI de estafadores, gorrones y burócratas incompetentes. Resulta obvio que todo sigue igual. Nos han contado una milonga para tapar bocas. Han debido tomarnos por imbéciles.