Algunos de ellos, usurpando el nombre de muchos, nos inundan de miedo, tratando de ahogarnos en el terror; asesinan a mansalva, sin importarles cuantos ni a quién; y mientras, nosotros nos peleamos.
Angela Merkel no tiene manchadas las manos de sangre. Por el contrario, un aura de dignidad europea adorna su figura. ¿No será ya llegado el tiempo en que, judíos, cristianos, agnósticos, ateos y musulmanes nos pongamos a trabajar, con inteligencia desapasionada y efectividad, cada uno desde su propia creencia y en todo lugar, para avanzar por el único camino sensato que es el de la consideración del otro como ser humano, auténtico templo de la naturaleza, y por lo tanto "depositario en sí mismo", del derecho a la libertad, igualdad y fraternidad?
Dignatarios del mundo, líderes de opinión, pregoneros de la vida cotidiana; no es bueno seguir por el camino del oportunismo, del pescar en aguas revueltas, de persistir gobernando desde la propaganda y la mentira. Menos postverdad para edulcorar el autismo y más empeñarse, codo con codo, juntos en trabajar.