Dicen que la democracia es un diamante en bruto. Pues bien, el nuevo espectáculo de entronización bastarda está montado. Felipe González, muy sabedor de que la primavera antigua es ya irreversible, coloca la tiara y el báculo a Mariano Rajoy. Lo llevan bajo palio los de la gestora del partido socialista español (PSOE) con paso de baile y besitos huérfanos, a turnos con los chorizos de la Gürtel y Bankia, hasta el mismísimo centro del hemiciclo de Congreso de los diputados; Rajoy se agacha con urgencia, se coloca en cuclillas y caga un montón de mierda con diamantes. Farruquito canta el Aleluya de Händel, mientras una bala hueca y tonta explota la cabeza de muñeco de trapo de Pedro Sánchez como a una sandía, colocado como prueba de tiro al blanco. Un comando de intervención rápida de la OTAN, por vergüenza ajena, asalta el Congreso de los diputados y detiene a Mariano Rajoy por contrabando democrático sucio y a Felipe González Márquez por apología X de terrorismo, con la excusa de velar por su seguridad. Fuera del Parlamento el PSOE solo puede vender el inmueble. Ya no tiene alma. El PP apesta y no se sabe bien cómo soporta el hedor su Niño Jesús, su Virgen y San José en el Portal de Belén, junto a la mula y el buey. Sueños curiosos.
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