Arrastramos un conflicto para cuya solución se han venido manejando estas dos simples palabras: normalización y pacificación, sin olvidar el trecho de degradación entre ambas. El discurrir de la primera va por buen camino. Una parte que ha tenido que arrancar desde el subsuelo y subir escalón a escalón, aunque por la otra parece que la escalera no tiene fin. Hemos llegado a un alto grado de cumplimiento de las normas y a una convivencia o normalización más que aceptable. El segundo punto de la pacificación requerirá tiempo, igual alguna que otra generación. Aquí se ha esparcido en ambas direcciones tanto dolor que costará llegar a esa anhelada reconciliación. El conflicto parece tener buena pinta. No así otros estallidos sociales.