Me llama la atención el empeño de algunos comentaristas en detener el reloj de la historia. Incapaces de digerir los resultados electorales del 22 de mayo, elevan cada día un poco más el listón de sus exigencias al conjunto de la izquierda abertzale. No parece haber redención posible para ella, ni siquiera con ETA alejada de la lucha armada y reconvirtiéndose a la política. ¡Qué marcaje tan implacable a Bildu! ¡Qué desesperación por la concesión de la capitalidad europea de la cultura a Donostia!
Lo curioso es que esta misma gente se rasga las vestiduras cuando un sector importante de la ciudadanía vasca se resiste a redimir a una dictadura franquista, cuyo recuerdo y rastro perviven entre nosotros. Sin ir más lejos, los bombardeos de Otxandio y Gernika siguen frescos en nuestra memoria y por eso los recordamos año tras año.
Y hablando de rastro, 36 años después, seguimos financiando una monarquía diseñada por el mismísimo caudillo Franco. No sirve de nada que a la mayoría social vasca nos parezca, además de cara, totalmente inútil. ¿Para cuándo un referendo estatal sobre su continuidad? La transición política española seguirá inacabada en tanto en cuanto, entre otras cosas, no reniegue de monumentos como el grandioso Valle de los Caídos. ¿Cuántos cadáveres yacen a sus pies aún sin identificar?
Es hora de ir pasando página, pero para todos. Los vascos sabemos que España es mucho más que la dictadura franquista, aunque a veces no lo parezca. Y los españoles saben que el pueblo vasco es una realidad histórica en la que ETA no pasa de ser una circunstancia puntual. ¿Por qué no reconocer oficialmente la peculiaridad de la nación vasca? ¿Tan difícil es entender a la nueva Euskal Herria que emerge en pleno siglo XXI? Basta ya de tanto resentimiento y ansias de venganza, cuando parece llegado el momento de disfrutar de la ansiada paz.