Mientras el capitalismo se está refundando sobre sus principios más fundamentalistas (recortes sociales, subida de impuestos indirectos y ayudas sin límite a la gran banca privada); mientras este sistema borra fronteras de un plumazo bursátil y bancario; mientras las naciones, ese constructo que eleva la identidad territorial a la quintaesencia de no se sabe qué sistema planetario, se están viendo desbordadas por la corriente nómada del capital; mientras toda esa situación viene dada por una crisis planificada, manipulada para sus fines propios y no tan propios (si no, hagan memoria y verán que a cada periodo de crisis le sigue otro de recortes sociales, laborales y de especulación); mientras todo esto y más que vendrá donde los partidos al servicio del sistema véase PP-UPN-PNV-CIU/PSOE-PSN y más, aplauden dichas medidas contra la ciudadanía de a pie y no para la clase social que apoya al gran capital; las llamadas fuerzas nacionalistas-progresistas andan mirando hacia el otro lado y poniendo puertas al campo.

Se enfrascan en un debate que a la gran banca y empresarial nacional o nacionalista privada le sonará a un mantra repetitivo que, obviando los problemas reales de la ciudadanía, que pasan por el desmantelamiento del estado del bienestar, se encuentran construyendo una liberación nacional en aras a una mitología de significantes sin significado.

Obviando la perogrullada de que los marcos nacionales a día de hoy son productos mitológicos del miedo a vivir como ciudadanos libres, donde el librepensamiento y la libertad de ocupar nuestra propia identidad cultural, lingüística, territorial, paisajística sea decisión propia y no por mandato divino, político o del propio capital. Obviando que estas fuerzas nacionalistas en su declaración conjunta no cuestionan el orden económico vigente. La izquierda debe de dar respuestas concretas. Frente al marco territorial, el marco de los derechos de la ciudadanía. Frente al marco de la mitología originaria de los nacionalistas, el marco del laicismo social y cultural. Frente al esencialismo lingüístico un marco bilingüe donde las dos lenguas estén presentes y conviviendo libremente con otras maneras de significar la realidad.