La interpretación al alza que el eurodiputado popular Mayor Oreja parecía dar a la Ley de Partidos era la siguiente: "La izquierda abertzale está condenada a no participar en ninguna de las instituciones democráticas vascas y navarras por los siglos de los siglos. Amén". Ésta venía a ser una de sus oraciones diarias, que podía repetir varias veces al día, ya fuera en el recogimiento íntimo, ya fuera acompañando al tam-tam guerrero de unos micrófonos sostenidos por profesionales que acuden a una entrevista con el ánimo de intensificar el fragor de una batalla.

Mayor Oreja no analizaba el perfil actual de las actitudes de nuestro pueblo frente a los atentados y los crímenes; no analizaba la tendencia firme y segura de querer dejar inutilizada definitivamente la estrategia de la violencia por parte de la izquierda radical vasca.

Mayor Oreja no parecía capaz de acercarse en su reflexión a la imagen de una Euskadi, de una Euskal Herria, sin más escoltas que los de las principales autoridades. A ese nuevo escenario estábamos llamados todos. También la izquierda abertzale tenía un papel importante en el entramado político y social. Aceptada la convivencia en paz y sin amenazas aquí no sobraba nadie; ni siquiera Mayor Oreja.

Javier Quintano Ibarrondo